Nehemías y la reconstrucción de Israel

Por Jagsartes


Durante el reinado del rey Artajerjes, estando el profeta Nehemías en Susa (capital del reino), recibió la visita de su hermano Hanani y otros compañeros. Nehemías le pregunto por el remanente de Israel que había quedado cautivo en Jerusalén y se entristeció cuando supo que estaban aflijidos por la destrucción y asolamiento de la ciudad. Nehemías hizo duelo por algunos días, lloró y oró al Señor por su pueblo.
Dios conocía el corazón de Nehemías, él quería regresar a Jerusalén y reconstruir la ciudad, pero Nehemías era servidor del rey y no era libre. Un día el rey lo vió triste y le preguntó porqué. Nehemías le contó todo y le pidió permiso para marchar a Jerusalén. El rey le concedió su deseo. Una vez allí, reunió a su gente y planeó la reconstrucción de la ciudad, empezando por las murallas. Entre la gente, había un grupo que no estaba de acuerdo con esta obra y se dedicó a insultar y a hostigar a los que trabajaban. Pero Nehemías oró al Señor y animó a su gente a que trabajara con entusiasmo. El trabajo siguió, pero la rebeldía de los enemigos de Judá era tal que les tocó trabajar con una mano y sostener la espada con la otra. 
Nehemías lideró la reconstrucción de Jerusalén y el rey lo puso como gobernador, ayudando en gran medida a su pueblo. Sus enemigos tenían miedo de lo que Nehemías estaba haciendo, ya que pensaban que su pueblo se iba a rebelar contra el rey y nombrar otro rey. Pero él siguió adelante y no se dejó amedrentar de sus enemigos, confiando siempre en que Dios estaba con él.
Una vez reconstruida Jerusalén, fueron reoconstruídas las otras ciudades de Israel. Todo el remanente regresó a su ciudad y fueron nombrados todos los dirigentes y los levitas, hasta completar la restauración de Judá. El sacerdote Esdras leyó la ley de Moisés delante de todo el pueblo y se humillaron y adoraron a Dios. Todos celebraron siete días de fiesta solemne y el octavo día se celebró asamblea. Después, juraron e hicieron pacto de cumplir la ley y no abandonar la casa de Dios. 
Tal y como predijo Dios a través de los profetas Isaías y Jeremías, el remanente de Israel había sido reunido de nuevo para volver a adorar y servir al Dios de Israel, tierra prometida por Dios a Abraham, Isaac y Jacob. La profecía se cumplió al pié de la letra. Nos damos cuenta de que cuando Dios promete algo, lo cumple. 
En la vida del cristiano hay momentos en que Dios nos habla y nos pone deseos o proyectos en nuestros corazones. Debemos actuar con sabiduría y saber en primer lugar si estos proyectos vienen de parte de Dios o no. Si vienen de parte de Dios, sin duda habrá paz en nuestros corazones. Es normal que cuando empecemos estos proyectos, se nos presenten problemas y dificultades, las cuales debemos resistir y seguir adelante. Muchas personas nos pondrán obstáculos, camuflados en forma de consejos y recomendaciones. Incluso habrá “falsos profetas” que dirán que eso no viene de parte de Dios y que la Palabra de Dios dice tal cosa. Debemos ser astutos y no hacer caso de estas personas que tratan de confundirnos y hacer fracasar nuestros proyectos. Por eso es necesario que estemos atentos y firmes para no caer en las trampas del enemigo. Hay que depender únicamente del consejo de Dios.
La oración de Nehemías:
“Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado. En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo. Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre. Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa. Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey”. Nehemías 1:5-11
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