Nacida en una época en la que las mujeres enfrentaban enormes obstáculos para acceder a la educación y a la investigación científica, Nettie demostró una gran determinación y vocación que la llevaron a cumplir su sueño y dedicarse a lo que realmente deseaba.
Su descubrimiento de los cromosomas X e Y como determinantes del sexo biológico de los organismos sentó las bases de la genética moderna y transformó completamente las teorías existentes sobre la herencia y el desarrollo biológico.
DEL SACRIFICIO A STANFORD
Sin embargo, desde bien pequeña demostró un gran talento académico, destacando en todas las materias escolares y demostrando un especial interés por la biología y la medicina. No obstante, la situación económica de su familia no le permitió continuar de inmediato con una educación superior y, al graduarse de secundaria en 1880, tuvo que hacer una pausa en sus aspiraciones académicas para ayudar a mantener a su familia: trabajó durante más de una década como profesora y bibliotecaria, ocupaciones que, lejos de ayudarle solo a subsistir, le permitieron ahorrar para su futuro educativo.
Pero a pesar de esas dificultades, Nettie nunca perdió de vista su sueño de asistir a la Universidad. Con 35 años, después de más de 10 años de sacrificio y trabajo, puso matricularse en la Universidad de Stanford en 1896. Su ingreso marcó el comienzo de una nueva etapa en su vida, en la que sobresalió en todas sus clases, obteniendo tanto su licenciatura como una maestría en biología en un periodo realmente corto. Antes de cumplir 40 años, Nettie era ya una científica formada y motivada a explotar al máximo todo su potencial
¿FACTORES EXTERNOS?
Durante su doctorado, recibió una beca de investigación que le permitió pasar un año en Europa, trabajando en dos de los institutos de zoología más renombrados del momento: Nápoles y Würzburg. De hecho, en este último trabajó con el biólogo de renombre Theodor Boveri, cuyo trabajo sobre el papel de los cromosomas en la herencia impactó en Nettie e impulsó su propia investigación.
De vuelta en Bryn Mawr, Nettie centró sus esfuerzos en el estudio de la citogenética, un campo que estudiaba la estructura y la función de los cromosomas. Decidió estudiar insectos, particularmente el gusano de la harina, debido a sus características reproductivas que los hacían ideales para observar procesos de espermatogénesis y determinación del sexo.
En 1903, completó su doctorado y su investigación había comenzado a tomar una forma muy atractiva y a causar interés en el resto de científicos de la época: los estudios de Nettie empezaban a desafiar las teorías prevalentes de la época, que atribuían la determinación del sexo a factores puramente externos o, incluso, a ciertas características en el citoplasma de las células.
XX O XY
Sin embargo, aunque el impacto de este descubrimiento fue enorme, Nettie tuvo que enfrentarse a una comunidad científica dominada por hombres, donde sus hallazgos no fueron inmediatamente aceptados. El mismo año de su publicación, el renombrado biólogo Edmund Beecher Wilson publicó un estudio similar, y debido a su prominencia, se le atribuyó gran parte del crédito inicial. A pesar de ello, Nettie continuó con su trabajo, produciendo investigaciones de alta calidad que reafirmaban y expandían sus hallazgos iniciales.
En 1912, a los 53 años, falleció de cáncer de mama, justo cuando estaba a punto de ocupar una cátedra recién creada para ella en Bryn Mawr College. Su muerte temprana truncó una carrera prometedora que ya había dejado una marca indeleble en la biología. El reconocimiento pleno de su trabajo llegó póstumamente, cuando se hizo evidente que sus investigaciones sobre los cromosomas sexuales eran más completas y precisas que las de sus contemporáneos.