Dicen que la vida, sin arte, sería plana y monótona, que el arte a través de los siglos nos ha dado al ser humano en cierta medida, sentido a la existencia; y yo añadiría que el arte en general ennoblece nuestro espíritu.
Quien me conoce personalmente, sabe que siento verdadera pasión por el arte en general, la buena música, los libros, la pintura, la arqueología; sobre todo el arte antiguo es una de las cosas, junto con la gastronomía, la naturaleza y el mar que hacen que mi alma se emocione
Los museos y lugares arqueológicos, la curiosidad por aprender, por saber, por la historia, el arte y las culturas antiguas me han acompañado en todos mis viajes y sin darme casi cuenta, a lo largo de mi vida.
El amor por lo antiguo, sentir el paso de la humanidad en la pared de una cueva prehistórica, en las antiguas piedras de una pirámide, en la pared de un castillo o un palacio, en las letras de un libro o en los grabados de las pinturas, en la música de un piano o en el rasgueo de una guitarra; ésa inclinación artística que siento también en la gastronomía, en la comida, un arte ancestral que nos da vida.
En los blogs de cocina que sigo, con los que suelo disfrutar, encuentro mucho, muchísimo arte y arte en muchas ocasiones de recetas tradicionales, antiguas, que no deberían de perderse. Uno de esos blogs que me entusiasman es ASOPAIPAS , un cocinero que comparte recetas ante todo andaluzas, un blog donde se aprecia que su autor domina a la perfección el mundo de la pastelería, de los dulces de toda la vida que en verano los cambia por riquísimos helados.
Por cierto, aconsejar que visualicen sus recetas no hace falta, es obvio. Es de allí, estos nevaditos, de su blog, que anoté en una escueta octavilla, de prisa y corriento,el pasado viernes éstos dulces que me llamaron la atención por lo fácil de hacer y lo riquísimo que tenían que estar.
Así que a la hora de prepararlos, al leer la receta que casi la había escrito taquígrafamente, pensé que me había equivocado y que se me había pasado el poner un ingrediente: el azúcar en la masa.
La probé y me auto-convencí de ello, así que ni corta, ni perezosa, añadí azúcar; es la única diferencia con la receta original.
¿Cómo los hice?
Ingredientes: 300 gramos de harina, 150 gramos de manteca de cerdo blanca , un chorreón de vino blanco (Usé un fino de Montilla-Moriles), cuatro cucharadas soperas de azúcar, una cucharadita pequeña de sal y para adornar azúcar glas.
Para hacerlos:
Mezclar todos los ingredientes hasta que estén bien amalgados. Formar una bola y dejar reposar un tiempo en el frigorífico (la tuve una hora).
Pasada éste tiempo extenderla, dejando un grosor de unos dos centímetros más o menos.
Con un cortapastas ir formando las piezas, o bien con las manos dándoles forma, tal y como yo hice.
Dejarlos enfriar y echarles azúcar glas por encima.
Realmente fantásticos.
Acompañar con un café, un té….una tarde fría de invierno, al calor de una chimenea.
El cuadro, acompaña, lo ha pintado un gran pintor malagueño, un gran artista a quien admiro y quiero: mi suegro.