Ni me das, ni me doy

Por Virginia Picó

Hay amores que desde su inicio se forjan desde la contaminación emocional. Dos personas que se encuentran en aquel momento de necesidad personal, sea cuál sea esa escasez: soledad, autoestima machacada, rechazo, frustración, agotamiento psicológico, problemas familiares, sentirse mayor, aburrimiento vital, experimentar nuevas experiencias, necesidad de sentirse querido…

Podríamos enumerar infinitas carencias vitales que aparecen, casi de la nada, en diferentes etapas de nuestra vida, y todas ellas con el único objetivo de enseñarnos a cubrir las necesidades por nosotros mismos, enfrentándonos a nuestros miedos más íntimos y reconstruir nuestra propia identidad. No somos lo que soy ahora, somos el resultado de un proceso de influencia generalizado, padres, familia, amigos, sociedad, mundo… Luchar contra todo lo aprendido no es fácil pero, en algún momento deberemos asumir nuestra propia responsabilidad.

Cómo fruto a esa obediencia tan disciplinada, algunas personas se convierten en seres altamente co-dependientes (sin saberlo) y se engarzan en relaciones amorosas dónde creen que hay amor cuando en realidad los sentimientos son bastante distantes al amor real. ¿Realmente me enamoré de ti o de aquello que creía que necesitaba de ti? ¿Y si con el tiempo, al alcanzar más madurez emocional logro proporcionarme aquel déficit que creía tener, para que te necesito ahora?

La importancia del auto-conocimiento no es otra que enseñarnos a transitar por la vida con las herramientas necesarias que nos orientaran a cambiar nuestra mentalidad, la vida que vivimos y cómo cambiarla. Se sabe perfectamente que la repetición de patrones amorosos responde a la búsqueda de las mismas necesidades una y otra vez, y así será hasta que no se descubra cuáles son y cómo hacerlo.

En esta encrucijada se encuentran muchísimas personas que se sienten fracasadas en la gestión de sus relaciones personales. Enlazan distintas parejas buscando resultados distintos pero el final siempre es el mismo: desilusión y desengaño. Es lo que llamo “ni me das, ni me doy”, es decir, pensaba que tú eras diferente, que contigo había encontrado aquello que quería, que por fin había hallado una estabilidad emocional… Pero no me lo das, y ¡te dejo! Pero resulta que yo tampoco me lo doy y, ni tan siquiera me planteo que sólo completándome yo mism@ lograré dejar de repetir modelos similares y, por fin, conquistar parejas adecuadas a mi renovado y saludable patrón afectivo.