En el fragor de los dimes y diretes sobre la crisis que no es crisis (Almudena Grandes) están pasando inadvertidas cosas importantes que suceden en el ancho mundo y que casi ni aparecen en nuestra prensa, copada en los últimos días por noticias de tan dudosa importancia como el fallecimiento de un empresario norteamericano del negocio informático, cuya desaparición ha colapsado durante 3 días la totalidad de los media españoles entregados como un coro disciplinado a cantar las loas de tal personaje, al que algún delirante plumífero carpetovetónico ha llegado a comparar con un Leonardo da Vinci del siglo XXI. Tal es el nivel de tontuna de nuestros medios de comunicación de masas; y luego dirán de España que es un país con una opinión pública antinorteamericana.
El caso es que otro país americano, Nicaragua concretamente, está en proceso electoral o lo que sea que vaya a haber allí pronto, y alguna cosa se está removiendo en ese desgraciado territorio muy a pesar de la oligarquía política y económica infelizmente reinante en Managua, y la prensa occidental (y de cualquier otra parte) siguen sin enterarse. Y es que 32 años después de la entrada de las fuerzas sandinistas en la capital nicaragüense el país, que vive sumido en una estúpida y miserable dictadura y enfeudado a la familia Ortega -un clan aferrado al poder como una lapa una vez liquidada la Revolución Sandinista en su contenido real-, empieza a experimentar la formación de movimientos contrarios a la satrapía.
A fecha de hoy Nicaragua es una finca dirigida por Daniel Ortega, un siniestro personaje que tras pactar con la vieja oligarquía criolla contra la que pelearon los sandinistas se mantiene en el poder ejercitando toda forma de corrupción y delincuencia, del estupro familiar al tráfico de drogas a gran escala. El "orteguismo" es pura verborrea hueca de contenido político alguno, con una praxis gobernante profundamente reaccionaria y un despliegue de gestualidades en política exterior que le sirve para que algunos incautos continúen identificando el régimen con el desaparecido sandinismo y con posiciones presuntamente revolucionarias. El juego político de Ortega recuerda al que practicó el PRI mexicano durante décadas; sobre todo al del presidente Echevarría, aquel criminal que mientras pedía en la ONU la expulsión de la España de Franco masacraba a centenares de estudiantes en la matanza de la Plaza de las Tres Culturas.
Un ejemplo sangrante de esta politica infame lo tenemos en los pactos entre el orteguismo y la jererquía de la Iglesia Católica, uno de los más feroces enemigos del pueblo nicaraguense y del sandinismo histórico. A la búsqueda de ese apoyo legitimador, Daniel Ortega no ha dudado en "convertirse" al cristianismo y en adoptar resoluciones que aseguran el control católico-reaccionario sobre las conciencias y las vidas de los nicaragüenses. Uno de los regalos servidos por Ortega a los jerarcas católicos nicaragüenses fue la revocación en 2006 de la ley que autorizaba la interrupción del embarazo, una de las conquistas revolucionarias de los primeros años ochenta. Dice el diario El País del 6 de octubre pasado que "en Nicaragua, la Conferencia Episcopal tiene un peso tan grande que ningún candidato está dispuesto a contradecir a los obispos. De hecho, todos los aspirantes a la presidencia de este pequeño país se han pronunciado contra el aborto, incluido el terapéutico, y se autonombran "provida", incluido Ortega"; es un botón de muestra de la política "revolucionaria" del orteguismo.
Pues bien a este panorama política y socialmente infecto, comienza a brotarle contestación precisamente desde sectores de mujeres que reclaman el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Ocurre que la masa de la población nicaragüense vive atontada por los sermones de los curas conchabados con la dictadura, y también en la identificación con una época que desgraciadamente ya pasó y que ha sido substituida por un período de retroceso a los tiempos del somocismo más descarnado. Es difícil por tanto no ya que crezca una conciencia de lucha entre las mujeres a las que se ha privado del más elemental derecho sobre sí mismas, sino incluso a que se organice alguna forma de resistencia política frente a la estafa histórico-política que representa el régimen orteguista. De ahí el valor de lo que están haciendo estas mujeres.
En la fotografía que ilustra el post, marcha de mujeres nicaragüenses reclamando la restitución de la derogada ley de interrupción voluntaria del embarazo.