Night School, de C. J. Daugherty

Por Eltiramilla

Allie está hecha toda una delincuente adolescente. No es que le vaya la marcha o disfrute haciendo el mal: simplemente ésta es su forma de sentir que está viva, que la vida es algo más que el pozo de negrura en el que se encuentra desde que su hermano desapareció. Pero eso a sus padres no les importa: quieren que pare y quieren que lo haga ya, así que la envían a un internado un tanto particular a las afueras de Londres. El nombre de la escuela es Cimmeria, un lugar extraño donde pasan “cosas”, la gente vive al margen de la sociedad, los secretos se cuchichean por los pasillos y tejados, y existe algo llamado “Night School”.

Tuve un pálpito. Y empecé a leer. Sin expectativas pero con franca curiosidad. Y ha resultado que Night School es un novelón. No me entendáis mal: no es una obra espectacular ni exquisita, pero sí una historia potente, rápida y adictiva, y bien contada y ambientada. Daugherty, que se describe a sí misma como “escritorzuela, adicta a las novelas juveniles de suspense y diosa del café”, se conoce bien. No es una escritorzuela ni mucho menos, a decir verdad se defiende con bastante soltura, pero desde luego sí es una adicta del suspense: lo conoce bien, lo maneja con habilidad. De hecho el suspense es el eje de este libro. Tensión, expectación, calmas que preceden grandes tormentas, pasos en la oscuridad, una hermosa capilla en medio del bosque, normas que advierten, una campaña de desprestigio, preguntas con respuestas sin sentido, un asesino suelto, sociedades secretas… Night School es el rey del suspense y dedica todos sus esfuerzos a jugar con el lector. Para ser sincera he de confesar que sigue jugando conmigo, porque todavía no estoy segura de saber exactamente qué pasa dentro de Cimmeria, y mirad que he dispuesto de 507 páginas para averiguarlo… La otra gran baza de la obra es esa constante en la literatura juvenil actual: el triángulo amoroso. ¡Pero es que está bien hecho! ¡Muy bien hecho! Seduce, sorprende, enternece e intriga. Para que comprendáis el alcance de esto os diré que recuerda mucho al romance de Vampire Academy, y eso son palabras mayores. También impacta que la atmósfera de Cimmeria recuerde un poquito a Hogwarts… si bien en Night School sólo nos acordamos de que estamos en Inglaterra cuando los personajes deciden atiborrarse a tazas de té. Sin embargo, a pesar de tantas alabanzas, también debo reconocerle varios tropiezos al libro. Por ejemplo, Allie se sosiega y adapta espectacularmente rápido, tanto que chirría; por no hablar de que es la típica protagonista a veces boba, con baja autoestima y aparentemente normalucha por la que, inesperadamente, los chicos más guays beben los vientos. Por otra parte, en ocasiones cuesta conocer a algunos personajes, y como consecuencia nos da igual si se hacen sangre o acaban muertos. Y además a la autora, que aún debe mimar su estilo, le queda pendiente drenar ciertas lagunas sobre las que sostiene la historia. Por suerte estos fallos no son ni tantos ni tan graves, de hecho no pierdo la esperanza de que muchos se pulan en el segundo libro de la saga. Como también mantengo la ilusión de que Alfaguara aprenda a poner las comas en su sitio (suele ir coma antes de “pero”).

Night School es una historia refrescante, ambigua y adictiva con la que es fácil conectar.  Claro que lo tiene todo: un misterio envuelto en un halo de peligro extraño y un romance a tres bandas deliciosamente orquestado. Todo aderezado con toques de humor y personajes redondos y verosímiles. La segunda parte se espera para el año que viene. ¡Eso es mucho tiempo!