Niños atópicos (por Arantxa)

Por Imperfectas
Una de las cosas que más pavor me da, sobre todo en verano, son los insectos  y, en concreto, los mosquitos. Este año ya no me quieren, como lo demuestra el hecho de que ninguno me haya picado. Otros años he ido a urgencias a ponerme la inyección de Urbason, por dos o tres picaduras de mosquito patrio, que tampoco es de un tamaño exagerado ni transmite enfermedades, pero que te puede dar más de un susto si sufres reacción a su picadura.
El caso es que estaba bastante tranquila porque a las niñas tampoco se acercaban, pero de unos días aquí mi hija pequeña está quejada de un brote intenso de dermatitis atópica, agravado por el sudor. La niña padece esta enfermedad desde que era un bebé, pero nunca  le había dado así con tal intensidad.
A ratos se rasca como un mandril, como si estuviera siendo comida por las chinches. Se hace todo tipo  de heridas y sangra. La situación es bastante desesperante. Mejorará, y mucho, ahora en agosto, en la playa, pero luego volverá a empeorar, hasta que llegue el otoño. Con el frío intenso las pieles atópicas también padecen mucho, pero dudo que tanto como ahora, con el calorcito.

Estoy empezando a preocuparme, porque aunque no es una enfermedad contagiosa ni infecciosa  -lo recalco porque el desconocimiento y la ignorancia en este punto puede hacer bastante daño- sí perjudica bastante sus horas de sueño y la calidad de su piel. Y, por ende, su bienestar, porque la criatura no está a gusto con semejantes picores y la desazón que la invade. Desde que empezó este brote no podemos dormir del tirón, porque llora rabiada de picor. Por supuesto se han probado ya unos cuantos productos de farmacia y parafarmacia desde que es bebé, amén de remedios caseros. El mejor son los baños en Maizena, algo que calma durante un rato. No hago publicidad, simplemente constato un hecho que puede ayudar a muchas otras madres desesperadas. También la tengo a dieta de piscina, porque el cloro es fatal.

Muchos de los productos que se le echan, incluso sin perfume, sin colorantes, de casas buenísimas, le pican en la piel. No los soporta, literalmente. La cortisona vía tópica corta los brotes, pero es peligroso abusar. Alivia los síntomas, pero no frena la patología.
Yo creo que mi niña va a tener esto siempre, con sus recaídas y sus periodos de de calma. Mis padres tienen la piel delicada. Y algunos de mis hermanos también.  Yo misma padezco dermatitis, pero mis brotes se limitan hoy por hoy a los nudillos de las manos. También cuando sufro un brote llego a rascarme frenéticamente, pero no me impide dormir ni me pone de mal humor.
Estoy bastante desesperada, temiendo que nos lleguen a mandar corticoides por vía oral -antes de llegar a ese extremo el agua del mar será la que salve la situación-. Además he empezado a leer en internet y sinceramente, lo de que la patología es de “curso crónico, continuo o recidivante”, no es nada tranquilizador.
Ahora comienza la búsqueda de un dermatólogo especializado, pasando antes por la pediatra de la seguridad social que nos ha tocado hace unos meses y que es una bendición: paciente, atenta, clara, dispuesta, implicada, amable, competente. Como deberían ser todos los médicos, vamos. También tocaré la medicina privada y lo digo con total tranquilidad –con esto de la crisis y los recortes he constatado que si tienes un  seguro a ojos de algunos eres una especie de traidor a la causa de una sanidad pública, de calidad y gratuita. No lo entiendo, ni aspiro a comprenderlo.
La verdad es que escribo sobre las dolencias de mi benjamina -ya he referido en otros posts algunos de sus ingresos hospitalarios, sin concretar demasiado, pero ahí ha quedado-, una niña que me ha salido un pelín delicada y pienso que de mayor igual no va a gustarle, si es que llegara a leerlo. Pero escribir alivia, a veces, los picores y la desazón del alma.