Los resultados de las elecciones generales españolas del 20 de noviembre vienen a confirmar cosas sabidas de antiguo, independientemente de quien las haya ganado en esta ocasión (les recomiendo el libro "Relato electoral de España", de Carles Castro, un estudio exhaustivo de 30 años de elecciones en España que señala las tendencias invariables que se mantienen elección tras elección).
Ya en tiempos de la Segunda República se observó que cuando votaba toda la izquierda (es decir cuando los anarquistas decidían votar), el triunfo de las candidaturas republicano-socialistas resultaba imparable. Sucedió así en las primeras elecciones republicanas. En 1933 sin embargo la izquierda libertaria se abstuvo, y ganó la derecha. En 1936 los anarquistas volvieron a votar (para sacar de la cárcel a los presos y tumbar el gobierno reaccionario), y en consecuencia el Frente Popular ganó holgadamente. En todos esos comicios la derecha obtuvo resultados similares entre unas elecciones y otras, ya que evidentemente no existía trasvase posible de votos entre uno y otro bloque.
Ya en la Transición, el PSOE fue absorbiendo el voto del PCE y buena parte de la extrema izquierda, y el PP incorporó el voto de la UCD y algunas pequeñas formaciones regionalistas. La extraordinaria victoria del PSOE en 1982 se debió a una enorme participación, la más alta registrada nunca por la democracia española, que le llevó a incorporar casi todo el voto de la izquierda, incluida la izquierda contestataria al sistema. A partir de esas elecciones el PSOE, aún ganando de nuevo dos veces por mayoría absoluta, comenzó un lento declive en sus resultados electorales paralelo al descenso de participación en cada una de las sucesivas convocatorias, hasta llegar a la derrota de 1996, cuando perdió por apenas trescientos mil votos de diferencia.
Llegamos a las elecciones que ganó Aznar por mayoría absoluta el año 2000. En esa convocatoria un millón y medio de votantes del PSOE y otro millón y medio de votantes de IU se abstuvieron; es decir, tres millones de votos de la izquierda fueron a parar al cesto de la abstención, en tanto el PP ganaba por mayoría absoluta habiendo incrementado solo unos miles de votos en relación a 1996. Esa fue la clave y la razón de la mayoría absoluta de la derecha lograda en esa convocatoria. En 2004 por el contrario, esos tres millones de votos de izquierda abandonaron la abstención y votaron al PSOE, lo que le permitió a este desalojar del gobierno a un PP que apenas perdió unas decenas de miles de votos a pesar de la que le estaba cayendo encima (Prestige, Gescartera, Yak-42, huelga general, 11-M...) En 2007 Zapatero retuvo un porcentaje alto de esos votantes de "izquierda dura", y naturalmente volvió a ganar a una derecha que apenas pierde votos pero que es incapaz de ganar más de los que tiene.
Una primera conclusión evidente es que no hay trasvases de votos entre la derecha y la izquierda. La derecha española tiene los votos que tiene, ni más ni menos, sus variaciones son mínimas. La izquierda sin embargo, oscila entre el voto al PSOE como opción de gobierno y la abstención cuando se siente decepcionada por éste.
La segunda conclusión, patente desde los inicios de la Transición, es que quien deja de votar a IU para votar al PSOE raramente vuelve a su voto inicial. O sigue votando socialista o se va a la abstención. En esta ocasión y en medio de circunstancias extraordinarias (la crisis global y local, principalmente), IU ha logrado recuperar algunos cientos de miles de sus antiguos votantes, en todo caso muchos menos de los potenciales.
Volviendo al PP, en estas elecciones generales de 2011 ha ganado apenas medio millón de votos, la gran mayoría a costa de pequeños partidos regionalistas con los que se presentaba conjuntamente o a los que ha devorado su electorado en Navarra, Cantabria, Rioja, Canarias y alguno más. También se ha quedado con la práctica totalidad de los escasos votos que antes habían ido a candidaturas de partidos de extrema derecha extraparlamentaria. Del estancamiento de la derecha española da fé el hecho de que acaban de ganar con el 43% de los votos, con mayoría absoluta y de modo aplastante, unas elecciones en las que han obtenido menos votos de los que tuvo el PSOE en 2007, cuando consiguió una mayoría bastante ajustada. Hace muchos años que los estrategas del PP saben su única posibilidad de ganar elecciones es lograr que el PSOE las pierda, es decir mantener ellos incólume su propio electorado (ni un voto más, pero ni uno menos) y conseguir que el electorado de izquierda se quede en casa o fragmente su voto lo más posible.
El PSOE en cambio ha perdido en estos comicios cuatro millones y medio de votos. De ellos, tres millones corrsponden a esa "izquierda dura" de la que antes hablaba. Recordarán que en ese paquete había millón y medio de votos de IU, formación que ahora a obtenido alrededor de 700.000 votos más que en las elecciones pasadas, lo que le ha permitido pasar de 2 a 11 diputados. En realidad pues, IU apenas ha recuperado la mitad de los votantes "prestados" que en la última década se le habían fugado primero hacia la abstención y luego al PSOE; siguen sin cosechar entre los votantes socialistas y tampoco entre los abstencionistas de izquierda tradicionales. La euforia de sus dirigentes estos días es por tanto fingida y de cara a la galería.
Además del voto "prestado" por IU que ahora se ha dividido entre la coalición que lidera el PCE y la abstención, al PSOE se le ha ido completo el millón y medio de votantes "socialistas de izquierda". Si no han ido a IU ¿dónde se han refugiado? Son votantes de izquierda pura, por tanto no han podido votar al PP, partido que como hemos visto apenas gana unos cientos de miles de votos en su franja natural del electorado, que son los votantes de derecha y extrema derecha; tampoco a un partido como UPyD, de ideología confusa y dirigido por una "traidora" como Rosa Díez. ¿Habrán ido a los partidos nacionalistas burgueses? seguro que no: basta ver los diferenciales de participación entre barrios trabajadores y barrios burgueses en ciudades como Barcelona. Obviamente se han abstenido, enfadados con el giro a la derecha del gobierno y el partido.
Hasta aquí la derrota socialista entraría en lo previsible y razonable. Ocurre que como decía en estas elecciones el PSOE ha perdido cuatro millones y medio de votos, por lo que falta otro millón y medio de votos más, que son los que en definitiva dan carácter de desastre a los resultados socialistas del domingo. Es obvio que el grueso de esos votantes ha tomado asimismo el camino de la abstención, salvo algunos miles que probablemente han hecho su camino de Damasco hacia CiU, PNV y algunas otras pequeñas formaciones por el estilo; pero este último es un grupo numéricamente poco importante y en definitiva, era un voto "prestado" al PSOE por la derecha menos reaccionaria. La mayoría de estos nuevos abstencionistas son antiguos votantes fieles del PSOE, no situados en su izquierda pero evidentemente decepcionados por la ineptitud del Gobierno Zapatero y su recurso a las políticas neoliberales para combatir la crisis. La deserción de este grupmás llamativo de Europo, que representa una "izquierda moderada" pero ahora irritada, debería ser extremadamente preocupante para los estrategas socialistas, pues puede anunciar un derrumbe a medio plazo difícilmente recuperable.
El giro a la izquierda del PSOE para recuperar su espacio y su electorado es pues, inevitable. Lo contrario, la persistencia en los plateamientos derechistas actuales, supondría el caso de suicidio político más llamativo en la política europea de los útimos cien años.
En la imagen que ilustra el post, un cartel del PSOE de las elecciones generales de 2008. Políticos irresponsables y mensajes irresponsables: la raíz del fracaso de 2011.