No hables de futuro, es una ilusión

Por Saludconcosas @manyez


Transformación, cambio, revolución... El mundo sanitario lleva unas cuantas décadas rodeado de esta terminología en cualquier informe o estrategia que se publica. Todo el mundo se sube al tsunami digital y tecnológico: echa un poco de blockchain, le añade una buena parte de medicina personalizada, incorpora altísima tecnología y tenemos un hospital del futuro. Pero, espera... ¿hospital?Como dice Kim Bellard en este texto publicado por Tincture: los hospitales son instituciones del siglo XIX, que trabajan con estructuras del siglo XX, y actúan en el siglo XXI. Merece la pena recordar que los avances tecnológicos con mayor evidencia llegan más o menos a la vez a todos los hospitales (pensemos en España por ejemplo) y no suele haber grandes diferencias en tecnología entre hospitales de similares características. Los nuevos hospitales suelen dar pasos de gigante en temas de infraestructuras, diseño y calidad de servicio, como en este reciente hospital de California, muy enfocado en temas de calidad percibida.Pero, dejando a un lado la parte tecnológica y la infraestructura, ¿qué hay de las formas de trabajo? ¿y la estructura? ¿y la coordinación? Es cierto que ha habido avances espectaculares en temas como el manejo de la información asistencial (nos guste o no, la historia clínica electrónica va asociada a mejoras sustanciales), los planes de mejora de la calidad (cada vez más extendidos, aunque basados en modelos de hace muchas décadas) y en el autocuidado del propio paciente en lo relativo a patologías crónicas (uso de dispositivos más avanzados y autónomos, por ejemplo). Seguimos con problemas graves en la coordinación entre atención primaria y la parte hospitalaria, y entre la parte social y la sanitaria, dejando a un lado todo aquello de los determinantes sociales.Por otra parte, no estamos cumpliendo las predicciones de hace unos años. Decíamos y decimos que el hospital de futuro estará en casa, que hay que potenciar y desarrollar la atención primaria, pero solo vemos nuevos hospitales y reformas en hospitales (muchas necesarias). Además las luchas gremiales (sociedades, colegios, sindicatos, etc.) suelen ser por arrancar un trozo del campo de batalla a los demás, buscando el crecimiento propio frente al retroceso del resto. Cómo decía Kim Bellard en el texto que hemos enlazado al principio: "Do an image search for “hospital of the future” and you’ll get pictures of futuristic buildings with some cool-looking technologies thrown in. What I want to see are images of services being delivered where I am, focused around me, aimed at my convenience — not at the convenience of the people delivering my care".Se han hecho algunos intentos loables de rediseñar el futuro del hospital, como aquel mítico informe del Royal College of Physicians, pero seguimos mareando la perdiz y discutiendo sobre el día a día. Nadie se plantea seriamente como será la asistencia en diez años, el impacto de los robots o de la inteligencia artificial, cómo debemos volver a la senda de un modelo basado en la atención primaria, y cómo dejar claro a la población que más hospitales no implica más salud. Los problemas de hace 20 años se mantienen: listas de espera, atascos en urgencias en las mismas fechas de siempre, un modelo de gestión de personas propio de los años setenta (que ya se está atascando) y lentitud en la adopción de innovaciones. 

Por cierto, ojo con las modas. Hay algunas tendencias, como la metodología Lean que pueden aportar mejoras a los procesos y a la coordinación. Pero hay otras que quizás no vayan a transformar el sistema tanto como pensamos... Por ejemplo, la sanidad basada en el valor es un buen camino para acercar al paciente a la ecuación asistencial, pero en ocasiones (sobre todo si no se diseña bien) parece un caso de indicadoritis (exceso de indicadores y de medición). Ah, y no olvidemos la pseudoinnovación.Y ahora, ¿qué hacemos? Hay dos cuestiones que lo pueden sintetizar todo: no olvidar que si hablamos de futuro la atención primaria, la salud comunitaria y los determinantes sociales son esenciales; si utilizamos bien la tecnología podemos conseguir un sistema mucho mejor, más adaptado a cada paciente y con un nivel de calidad y atención muy elevados. La cuestión es que la agenda se establezca de forma racional, y no con intereses ajenos al sistema. Y quizás esto último sea lo más difícil: que el interés colectivo sea el que prime.