No la cambiaría

Publicado el 02 agosto 2016 por Claudia_paperblog

Y todo es nuestro. La ciudad es nuestra. A todo le hemos dado un sentido especial, un significado solo nuestro. El coche es nuestro y mis pies saliendo por la ventanilla, mi cabeza apoyada en tu regazo, tu mano casi siempre un poco más debajo de mi vientre, y el primer piso de la casa es nuestro y esa playa también, con su muelle y nosotros dados de la mano al atardecer, las olas chocando violentas contra las rocas y la gente haciéndose fotos con ese mono. El olor a sal es nuestro y la toalla compartida y esa imagen que guardaste en tu mente. El mar, la luna de día, mis piernas morenas y mi voz leyéndote la misma novela que se leía aquella pareja italiana.

Maud Chalard

La tranquilidad es nuestra, más bien tuya, tú la creas (en mí). El caos es nuestro y la noche y el aguardiente y esa discoteca es nuestra y ese bar también y la terraza de ese hotel. Y los donuts tan buenos que me compraste para merendar. Y ese pueblo con esas casas blancas, paseando como si fuésemos una pareja normal. Y Cunit es nuestro y su piscina, nuestros cuerpos desnudos de madrugada, los vecinos asomados al balcón. Mi risa es tuya, y nuestra. Y la montaña y el río y las croquetas de jamón y el restaurante de pintxos vascos y Valencia es nuestra de una punta a la otra. Y el tren y quedarnos dormidos en el metro y perder buses es nuestro. Y el barrio Gótico, nosotros cruzando bajo ese puente y afirmando, con infantil fe, que si no nos soltábamos de la mano estaríamos juntos para siempre, y el helado de nueces (nuestro desde las madrugadas en Alemania). Alemania es toda nuestra y esas dos semanas y la residencia de estudiantes y la casa roja y Goslar y Bremen y el arroz negro y el pollo a la cerveza, y el no dormir, el ir despeinados y recién corridos todo el día, y felices y eso sí era solo nuestro porque nadie más lo sabía.

Y la sangre es nuestra, y todas las imágenes que hemos creado y que nunca podré olvidar, tú arropándome al salir de la ducha, como a una niña pequeña, cómo me miras cuando entro en contacto con el agua, tú follándome con las bragas puestas y luego corriéndote en mi ombligo, tú acariciándome el pelo en esa comisaría de policía. La camiseta amarilla es nuestra y vomitar juntos también. Y esas canciones, y esos libros, todos nuestros. Dale la vuelta al mundo. Somos pacíficos, estamos unidos… Y tú metiéndome mano en los búnkers y los dos cocinando y la cama de tu compañero de piso también es nuestra y el sofá de mi amiga y el jardín de la universidad, donde ni tú ni yo estudiamos, es nuestro. Ese banco donde hemos comido tantas veces juntos, a la sombra de un árbol, riendo como locos.

La arena es nuestra y el amargo gintonic que nos bebíamos con cara de asco, y el limón que se cayó al agua y nosotros bailando, metidos hasta las rodillas en el agua, empapados los tejanos, tú cogiéndome a caballito y yo muerta de la risa y el paseo de la Barceloneta es nuestro, el juguete que le regateaste al hombre ese y nuestra lista de deseos, la botella de moscatel que usaba mi madre para cocinar y la alfombra del salón y nuestro reflejo en el ventanal.

Y el lago y tirarse de la roca y salir de excursión en bici a la 1 del mediodía, cuando el sol pega más fuerte. Y tu terraza con vistas a la Sagrada Familia, esas cenas bajo el cielo iluminado por la ciudad, nuestros cuerpos uniéndose ahí y en el rellano, sin miedo ni pudor. Y las empanadas argentinas y esa calle donde nos sentamos borrachos, porque no queríamos que se acabase la noche, no queríamos volver a casa. El mundo es nuestro. Añade más cosas si se te ocurren.

No cambiaría mi vida por la de nadie.