Aunque parezca difícil de creer, sigue estando muy extendida la idea de que las personas mayores son como niños.
¿Qué queremos decir exactamente con que son como niños?
¿Pierden estatura, capacidad de decidir y autonomía? ¿Dependen de otra persona que tome decisiones por ellos? ¿...?
Creo que a cualquiera que nos dijesen que nos parecemos a un niño nos sentaría mal, porque eso implicaría asumir que no hemos madurado, crecido y aprendido a lo largo de nuestra vida, haya sido corta o larga.
Los estereotipos negativos
Esta forma de pensar sobre las personas mayores no es más que otro estereotipo negativo.
Esta idea se puede haber ido desarrollando debido a concepciones erróneas sobre sus facultades, capacidades y condiciones.
Una gran parte de este colectivo se mantiene cognitivamente sano, pues el deterioro de la memoria u otras funciones no llega por el simple paso de los años, o al menos no hasta el punto de representar una pérdida significativa.
Pueden pensar por ellos mismos, con plena capacidad de obrar y decidir.
Algunos perderán estatura, otros se harán los tontos cuando les conviene (como a todos de vez en cuando), pero siguen siendo adultos.
¿Cómo no infantilizarles? 3 claves
1. Cuida tu lenguaje.
Lo que NO debes hacer: usar un tono de voz elevado o ñoño, utilizar diminutivos (no lle llames Juanito si siempre le ha gustado que le llamen Juan, no le preguntes si quiere un galletita...), hablar de ellos con otros como si no te estuvieran oyendo...
Lo que SÍ debes hacer: simplemente, háblales como le hablarías a cualquiera.
Quizá este post sobre el elderspeak te podría venir bien para conocer cómo infantilizamos a través del lenguaje.
2. Reconoce su capacidad de autodeterminación.
Lo que NO debes hacer: decidir por ellos, obviar su opinión y preferencias.
Lo que SÍ debes hacer: ten en cuenta que tienen voz y voto, capacidad para pensar, decidir y opinar sobre cualquier cosa. Y más, sobre todo, si el tema tiene que ver con ellos mismos. No lo olvides, son adultos.
3. Hazles partícipes.
Lo que NO debes hacer: dejarles al margen, considerar que no tienen nada que decir o aportar, excluirles de la vida social.
Lo que SÍ debes hacer: favorecer su participación en todas las esferas sociales, aceptar que pueden decidir qué actividades le interesan e implicarse en ellas, escuchar lo que tienen que decir.
Que no te confundan: no son como niños!