Le miento. Le digo que voy solo de viaje, pero tengo a otra a mi lado, sentada en el asiento de copiloto. A veces es un poco tonta, pero me hace reír y olvidarme de todo. También hace muy buenas mamadas.
No es la primera vez que le miento, no sé por qué lo hago, con qué fin. Supongo que no quiero que me odie, que se piense que no la tengo presente en todo momento.
La miro y le sonrío, coloco mi mano en su muslo, se me hace extraña esa sensación, ella no se aparta. La llevo a todos los pueblos donde estuve con C., a todos exceptuando Pasajes, no sé si lo hago por falta de tiempo o porque quiero guardarme algo para mí. Ya no le hablo de C. a nadie. Recuerdo lo mucho que reíamos, recuerdo que era lo que más amaba en este mundo.
No me apetece, pero me insiste para que la acompañe a dar un paseo por la playa, y acabo cediendo. Nos descalzamos y metemos los pies en el mar a pesar de que el agua está helada. No sé cómo lo consigue, pero acabo haciendo todo lo que me pide. Me recuerda un poco a C. a veces, ella también se comportaba como una consentida. Me siento bien, en paz. No es la plenitud, pero si que es la tranquilidad. Pienso un poco más en C. en este viaje. Volvemos al pueblo y nos sentamos en una terraza, la invito a una cerveza y a una segunda. La veo guapa sobre todo cuando habla mucho. La beso y solo puedo pensar en los labios de C.
De repente, me imagino a C. con otro, como en aquella canción de The Killers. «She’s touching his chest now, he takes off her dress now». Se me revuelve el estómago y tengo que ir al baño a vomitar.
La abuela me dice que ya no aguantamos nada, que las parejas de antes luchaban más por estar juntas. Solo le respondo que las cosas han cambiado, aunque en el fondo me gustaría contestarle que yo habría aguantado cualquier cosa.