No me preocupo. Simplemente me ocupo

Por Robertosancheze

Si es tu primera visita, me gustaría darte la bienvenida que te mereces.

(Como cada lunes, me gustaría aportar mi granito de arena para que el primer día de la semana sea un gran día para ti. Por eso comparto este capítulo revisado y actualizado de “Una vida sencilla”. ¡Feliz lunes!)

Vivimos preocupados. Todo nos preocupa. El trabajo, la familia, el dinero, la comida, la política,… Pero, realmente ¿qué es preocuparse?

Y no hablo de la especial atención que le prestamos a algo hasta tal punto que llegamos a sentirnos angustiados, tal como definen los diccionarios. Hablo del origen de la palabreja, suma del prefijo pre, el cual indica entre otras cosas anterioridad temporal, y de otro verbo, ocuparse.

En definitiva, nos ocupamos de las cosas antes de que ocurran. ¿Tiene sentido?

Es maravillosa la capacidad de predicción que tenemos los seres humanos, cosa que nos ha hecho destacar notablemente por encima del resto de seres vivos del planeta. Eso nos ha llevado a ser el mamífero que mejor se adapta a las condiciones adversas y por ello hemos incrementado rápidamente nuestros índices de supervivencia y esperanza de vida. Sin embargo, ha llegado un momento en que, alcanzadas ciertas cotas, ya no nos importa tanto cuánto vivimos sino cómo vivimos, y en este aspecto esa capacidad predictiva tal vez no nos ayude tanto. Nuevamente en el equilibrio puede estar la clave.

La línea que separa el prevenir un miedo de realmente sufrirlo, vivirlo como si fuera real, es muy delgada. Hemos desarrollado tanto esa habilidad que somos capaces de sufrir un trauma, padecer un dolor, vivir en carne un miedo, sin que éstos en realidad hayan sucedido nunca. La mayor parte de nuestro dolor y sufrimiento los ha creado nuestra imaginación. Éste es el resultado del miedo.

De ahí que algunas voces insistan tanto en la importancia de vivir en el aquí y el ahora, ya que para nuestro cuerpo es algo muy complejo tener que responder a condiciones que en realidad no existen, que están más allí que aquí, que están más después que ahora.

Por muchos planes que hagamos, por mucho control que aparentemente mantengamos, nunca jamás sabremos qué ocurrirá ni tan sólo en nuestro próximo segundo de vida.

Entonces, ¿vale la pena preocuparse? ¿Es tan necesario ocuparse del futuro si no sabemos lo que traerá? Sólo son preguntas. Cada cuál que elija su respuesta.

Después de mucho tiempo haciéndolo porque así me lo han enseñado, así me han programado, decido borrar poco a poco mis preocupaciones.

Ya no me preocupo. Simplemente me ocupo. Tomo las riendas de mi vida, mi vida de hoy, no de mañana, y me ocupo de ella, en el presente.

No me preocupo por mis kilos; me ocupo de mi alimentación. No me preocupo por mi hipoteca; me ocupo de mi salud financiera. No me preocupo por el qué dirán; me ocupo de hacer realmente lo que quiero y mostrarme tal como soy. No me preocupo por si mañana aún tendré trabajo; me ocupo de disfrutar de él, hoy que lo tengo. No me preocupo por mi familia y amigos; me ocupo de tener una buena comunicación y compartir mi vida con ellos. No me preocupo por la talla de pantalón que usaré el año que viene; me ocupo de quedarme con los pantalones que me vienen bien hoy. No me preocupo por mi aspecto físico; me ocupo de cuidarme.

No me preocupo por los demás; me ocupo de ellos siempre que quieran compartir su vida conmigo. No me preocupo por mí; me ocupo de mí mismo.

En el mundo presente de la incertidumbre, donde el control en base a la predicción es un absurdo ilusorio, intentar ocuparse del futuro y de cosas que no se sabe si pasarán complican más que simplifican tu vida. La sencillez reside en tus ocupaciones de hoy, en lo que hagas ahora mismo, no en el infinito e imprevisible abanico de posibilidades que te esperan mañana.

Hoy borro de mi diccionario la palabara preocuparse.

Hoy empiezo a ocuparme.

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