No olvides el portafotos

Por Elisa @elizzaflow

El portafotos no puede faltar en una casa. Reciclamos, pintamos y creamos, pero en primera fila siempre estará un clásico.

Una se detiene a pensar durante unos segundos y llega a la conclusión de que el mundo transcurre tremendamente rápido. Las horas parecen minutos y los minutos, segundos. Debido a esto, se pierden infinidad de detalles en la inmensidad de la nada. Sentimos la necesidad -o la sensación de sentir la necesidad- de tener que ir más allá de todo, y así perdemos la proporción de las cosas. ¿Y a dónde quiero llegar? Me he detenido un rato (largo, para qué negarlo) a buscar en la red posibles portafotos, y los he encontrado increíblemente bonitos: con marco, sin marco, con metales en vertical, con madera, con cartón... me he quedado atrapada entre imágenes y casi no vuelvo al mundo terrenal. Sin embargo, tras meditarlo todo, he llegado a una conclusión sencilla: puede haber infinitos diseños, pero el clásico portafotos con marco siempre funcionará.

Sí, esta entrada es una especie de homenaje a ese objeto que con el tiempo está pasando a una segunda plana decorativa pero que si nos fijamos en la realidad de la calle, siempre está entre nosotros. Principalmente porque tiene ese punto de simpleza que le hace encajar con sencillez en entornos de todo tipo: con color, austeros, estéticamente hostiles...

Y es que apenas nos tenemos que fijar en tres factores para decir qué pieza compramos (o construimos). El modelo de forma (cuadrado, ovalado o rectangular), el color y la medida:

Finalmente, tenemos un factor (que yo llamaría contexto) a tener en cuenta para poner en contraste esos tres puntos. No es otro que el tener en cuenta que imagen queremos dar. Los portafotos ayudan a crear una escena global y crear uniformidad, así que consigue afinidades estéticas.

Imágenes: promotecnics.com, moldurashergon.es