No seáis tan buenos, que os pilla Richelieu

Por Arquitectamos
Dadme dos líneas escritas de su puño y letra
por el hombre más honrado y encontraré en
ellas motivo suficiente para hacerlo encarcelar.
                                         Cardenal Richelieu

Creo que para mí es cómodo ahora escribir lo que voy a escribir, pero es algo que llevo creyendo desde hace mucho tiempo, y poniendo en práctica en la medida de lo posible. Voy a ver si soy capaz de decirlo sin demasiado cinismo. (Ya lo he hecho en alguna otra entrada y me voy a repetir).

Algo que no puedo soportar es que un proyecto de ejecución de una vivienda unifamiliar de unos 150 m2 construidos tenga quinientas páginas. Eso no puede ser y no debe ser. Y anuncio orgulloso que los míos no las tienen. Tienen bastantes más de las que yo quisiera, pero menos que la media de lo que se suele visar en los colegios.

Siempre me pregunto (y os invito a que os lo preguntéis conmigo) que si el cardenal Richelieu era capaz de encarcelar al hombre más honrado por dos líneas escritas, qué sería capaz de hacer con nosotros por quinientas páginas (o por ciento cincuenta, como puede ser mi caso). Estamos perdidos.

Cuando yo empecé -ya está el viejo contando batallitas- un proyecto llevaba memoria, pliego de condiciones, mediciones y presupuesto y planos. En una vivienda unifamiliar estándar eso podía suponer unas cincuenta páginas (más o menos la mitad era presupuesto) y unos quince planos.

Ahora a eso hay que añadirle el estudio básico de seguridad y salud, el estudio de gestión de residuos, el certificado de eficiencia energética, el plan de control de calidad, el plan de uso y mantenimiento y algún que otro anexo según colegios y comunidades autónomas o ayuntamientos. (Por ejemplo, en alguno me obligan a hacer un certificado con las coordenadas de georreferenciación, pero en otros no). (Ah, y ahora cobramos al cambio bastante menos de la mitad que entonces).

Estos son nuevos documentos respecto a los que había en mis comienzos, pero los de siempre también han crecido de una manera atroz. La memoria que antes se resolvía en unas diez páginas ahora es una abrumadora sucesión de ellas con justificaciones del Código Técnico de la Edificación (con medidas de protección contra el gas radón, entre otras mil cosas) y llega a las ciento y pico (en mi caso treinta y tantas).

De lo que estoy convencido es de que este incremento elefantiásico no ha supuesto ninguna mejora en la calidad de los proyectos (bueno, venga, sí, un poco de mejora sí) y de que tan solo es una obscena exhibición de burocracia inútil.

Ante el aumento constante de exigencia burocrática y documental, tanto los colegios de arquitectos como los creadores de programas informáticos son felices creando herramientas que generan cientos de páginas de justificación. No practicamos la más mínima resistencia, sino que nos entregamos a la orgía palabrera.

Os pongo algún ejemplo: Hace poco he pedido ayuda a un compañero joven para un proyecto enano, ridículo. Este, perfectamente pertrechado de todos los avances, me ha dado un estudio de gestión de residuos de 87 páginas. Yo tengo uno tipo de dos páginas. Pues le he dado el cambiazo y he metido el mío. Dice también cuantos metros cúbicos y cuantas toneladas se estima que se van a producir, y las agrupa en seis o siete clases. Cumple con todo. Y son dos páginas. El proyecto fue visado y obtuvo licencia con solo esas dos páginas en vez de las 87. Y así todo.

Uno de sus estupendos programas informáticos genera automáticamente un pliego de condiciones a partir de las partidas que se han seleccionado de la base para el presupuesto. No solo es una gran comodidad que se haga solo y te lo den ya rematado, sino que además contempla todos los aspectos de recepción de materiales, puesta en obra, exigencias, etc. Pero el programa es incapaz de hacer un pliego de condiciones que tenga menos de doscientas páginas. (Los míos son de unas cuarenta).

Repito que la última novedad es la del gas radón. Miro la lista de municipios. ¿Este está? Pues una nota de tres o cuatro líneas mencionándolo y diciendo que se ventilará la cámara bajo el forjado (o que se pondrá una lámina de barrera si no hay cámara). Y, sobre todo, que quede claro y se haga de verdad en la obra. Pues no: Un nuevo programita te hace gráficas de emisión de gas, de permeabilidades, de concentraciones, una hoja de cálculo y una faramalla tan liosa y tan extensísima que es posible que entre tantísimas cosas que hay que tener en cuenta se nos pase eso (porque como todo es blablablá se pasan todas esas páginas de golpe y al final no se hace).

Otro vicio que me pone enfermo es que hay mucha gente que usa memorias tipo creadas en los colegios de arquitectos o en aplicaciones estupendas. Una de las cosas que tienen estas memorias es que si la normativa prevé cinco clase posibles de lo que sea, la memoria trae las cinco, y esta gente la deja tal cual, con las cinco. No. De ninguna manera. Eso no es un proyecto. Un proyecto es decir claramente cuál de las cinco va en esa obra. O tal vez va una sexta no contemplada en principio y que hay que definir y justificar. Eso es un proyecto: una elección y un diseño de algo, no un recopilatorio de normativa ni de casuística, ni un tratado genérico de construcción. Más páginas para la confusión y el caos.

Toda esa mal llamada "literatura" (ay, literatura, qué flaco favor te hacen empleando tu nombre tan en vano) es una rémora en un proyecto. No sirve para nada y no la mira nadie. Y nunca la mirará nadie si no hay ningún problema posterior en la casa, pero en cuanto haya una humedad, una grieta o un desplome (nuestro señor Le Corbusier no lo quiera) tendréis a todos los Richelieus del mundo diciéndoos: "En la página 132 del pliego de condiciones, en su apartadado 4.1.1.3, dice que antes de colocar los escarpios campaniformes se realizará un estudio conceptual del pleonasmo regurgitativo del espectro. En la documentación que obra en el sumario no está dicho estudio conceptual". Y contestaréis: "No, si eso es una chorrada que se pone por poner. No tiene ninguna importancia y no hace falta. Además lo que ha ocurrido no tiene nada que ver con eso porque..." "¿Pero está ese informe conceptual regurgitativo?" "Eh... Más bien no. Es una paponá". "Pues usted menciona en la página señalada que hay que hacerlo". "La verdad es que no lo dije yo. Lo pone un programa muy bueno que tengo, que hace los pliegos de condiciones él solo, sin contar conmigo".

No queráis hacer las cosas tan extensas, tan explicativas. No seáis tan buenos, que os pilla Richelieu.

Richelieu siempre te va a pillar: ¿Hay una grieta? Pues eres responsable. "No, pero yo dije que se pusiera una..." "¿Pero hay grieta?" "Sí, pero en el proyecto ya establecí claramente que..." "¿Pero hay grieta?" Pues intenta diseñar las cosas lo mejor posible, y estar en la obra lo más atento posible, e intenta sobre todo tener buena suerte. Todo lo demás son proyectos Richelieu, y a Richelieu nunca lo querríamos metiendo sus manos en ellos y sacándolas manchadas de sangre.

Mandad un poquito a la mierda a Richelieu y proponeos de verdad y con ansia hacer los proyectos más pequeños posible. Es mucho más difícil, porque ya digo que las herramientas propenden al desparrame y al derroche, pero si queréis hacerlo bien tenéis que ser tan breves como podáis para pasar el trámite por los pelos, y eso ya será mucho más extenso y pesado de lo que debería ser. Pura carnaza para Richelieu.