No, no lo son.
Detesto los cementerios. No me gustan que le voy a hacer, me parecen innecesarios y lúgubres además con el tiempo pueden llegar a convertirse en el sitio preferido para un picnic, como ocurre en Gran Bretaña y eso es incomprensible para mi ánimo.
La Sierra del Guadarrama ha perdido a un amigo, a un profundo conocedor de sus caminos, pinares, riachuelos y senderos. Como buen serrano luchó incansablemente durante años contra la muerte y la sentó a esperar en varias ocasiones, pero ya se sabe que esta es una guerra perdida de antemano.
Siete picos lo echará de menos en las soleadas mañanas de primavera y La Jarosa se extrañará al ver que tarda mucho en regresar.
Nunca más volveré a comer corujas como las que él recogía y los mízcalos no volverán a saber igual.