No tengo opinión

Por Chocobuda

Desde que mi entrenamiento Zen se formalizó, muchas cosas han cambiado en mi. Todo lo que me apasionaba ya no es tan relevante y en general estoy tranquilo ante las situaciones de la vida. Estoy  abierto a entender que el sufrimiento siempre viene cuando no soltamos los pensamientos.

Cuando estamos listos, el dharma llega como una gran ola que pone todas las cosas boca arriba y nos hace cuestionar lo que pensamos y hacemos.

Y una de esas cosas es nuestra postura ante dogmas y costumbres que damos por inamovibles.

Hace unos meses alguien me preguntó qué pensaba sobre la física cuántica. Respondí con honestidad que no tengo una opinión, pues es un campo del conocimiento que aun debo explorar. Lo poco que he leído no es suficiente como para hacer comentarios.

En una transmisión por Periscope otra persona me preguntó si existe un dios. De igual forma y con honestidad por delante, respondí que no lo sé.

Estos días alguien de mi familia está pasando por una situación que pone a prueba toda su madurez e integridad. Siendo alguien tan cercano supongo que yo debería tener una opinión o juicio al respecto. Me mantengo listo para ayudar, pero no tengo una opinión que dar.

Dos maestros budistas que respeto mucho están comenzando a morir por su avanzada edad. Serán extrañados cuando dejen este plano visible. Alguien me preguntó mi opinión, pero no tengo una. Entiendo que la vejez y muerte son factores mucho más grandes que mis ideas.

Los razonamientos anteriores llamaron mi atención luego de leer un texto de un compañero que está por ordenarse como monje Soto Zen. En su escrito él menciona que muchos monjes budistas no tienen opinión alguna sobre las situaciones de la vida.

Sólo observan.

Y me di cuenta que esta conducta es liberadora. No tener opinión de las cosas hace que el ego se ponga en pausa por un momento. Al aceptar la vida como es, entramos a un estado de ecuanimidad que nos da más rango de movimiento. Más aire y espacio. Pero aún más importante, nos llena de tranquilidad.

Pero Chocobuda, ¿cómo no dar mis opiniones de todo lo que me gusta o lo que me molesta?

No es fácil. Requiere entrenamiento para ver que los pensamientos son solo un flujo palabras generadas por la mente, que de ninguna manera son la realidad. Son abstracciones, comentarios y fantasías que nos formamos para tener una relación con lo que nos rodea.

Lo que tú piensas, lo que opinas, todo lo que te gusta y todo lo que rechazas, está en tu cabeza. Pretender que los demás deban pensar como tú es el error fundamental que nos ha creado tantos problemas (y guerras) a través de las eras.

La vida es lo que es. Los humanos hacen lo que los humanos hacen.

Estas palabras que he escrito y las tuyas, son solo herramientas que nos permiten vivir como la especie débil y poco competitiva que somos.

Solo somos monos aferrados a las lianas de nuestras opiniones. Cuando las soltamos, nos liberamos.