En los últimos 25 años se ha acentuado un flujo migratorio desde África a Europa que, entre el desorden y la maldad de los traficantes de seres humanos, está costando miles de vidas, básicamente por los impedimentos que se ponen en la última etapa de sus viajes migratorios que supone cruzar el Mediterráneo. (Nota: hace dos mil años, el Mediterráneo no era un elemento de separación sinó que, muy al contrario, era un medio de comunicación compartido: el Mare Nostrum)
Enmedio de continuo goteo de tragedias que aquejan a los que intentan cruzar el mar en medios precarios, veo dos informes que ponen el acento en la casus del fenómeno migratorio, especialmente en lo que se refiere a los niños. Ambos coinciden en explicarlo. Instituciones de prestigio y experiencia, UNICEF, y Save the Children coinciden en el diagnóstico: no vienen, se van. Se marchan de donde la vida se les va haciendo insostenible por una miríada de razones sociales. Cierto, el hambre y la pobreza son determinantes, pero también las privaciones, los abusos, los malos tratos, la esclavitud, los matrimonios forzados o , en general la guerra o los conflictos armados de menor intensidad.
Los problemas de los niños emigrantes-inmigrantes no los vamos a resolver aquí. Hay que resolverlos allí.
X. Allué (Editor)