Este síndrome se denomina así, a raíz del trabajo que realizó un especialista criminólogo sueco Nils Bejerot a finales de los años 70, en el cual resumió los comportamientos resultantes de un grupo de personas, cuando dos atracadores en un banco de Estocolmo retuvieron y convivieron con las victimas durante seis días. Una vez rescatados, algunos cautivos se mostraron amables, empáticos con sus secuestradores, y en algunos casos benevolentes hasta el punto de financiar los gastos de su defensa.
En algunas ocasiones, las victimas se identifican inconscientemente con sus agresores, se involucran a nivel emocional con la situación, asumiendo cierto grado de responsabilidad por la agresión recibida. A veces, incluso existe una gratitud intrínseca en algunas víctimas, por haber salido ilesas y con vida de ese episodio. Podríamos decir, que el síndrome de Estocolmo, es un mecanismo de defensa, una reacción que nuestro cuerpo manifiesta, ante una situación incontrolable que sucedió. Para desarrollar un síndrome de Estocolmo, el agredido tiene que haberse sentido en algún momento cuidado, sin evidencia de haber padecido un maltrato violento o grave.
Observando a la víctima, podemos evaluar si se siente identificada con su agresor, tanto en su manera de pensar como en su comportamiento, y si durante un periodo largo de tiempo, largo perdura esa gratitud hacia sus agresores. En la actualidad, algunos profesionales consideran que dicho síndrome, no se debe encasillar exclusivamente a sujetos que han padecido secuestros. Consideran que en casos de mujeres víctimas de violencia por parte de su pareja, compañero, padre, etc., se puede observar igualmente una defensa de las mismas hacia sus agresores, justificando el maltrato y sin ser capaces de evitar esta unión ni resolver el conflicto, ni escapar de esta terrible cárcel, pese a ser una opción en muchos casos posible de llevar a cabo. Estas relaciones patológicas, suceden por un desorden mental a la hora de aceptar lo dañino y peligroso, y ante un desequilibrio entre la combinación de buenos y malos tratos, optan por valorar exclusivamente lo beneficioso o positivo de esa unión.
El tratamiento terapéutico, el psicoanálisis, y los fármacos administrados por especialistas, son las alternativas para poder escapar de esta dependencia, y alcanzar la libertad. Cada caso es único, pero con disciplina y terapia pertinente, tiene altas probabilidades de resolverse.
Fuente: La Mente es Maravillosa.
C. Marco