Noemí Trujillo navega con soltura por las aguas de la desesperación más próxima e hiriente, la de las noches en vela, los zumos a solas, el café frío o la infinita espera. Anhelos, recuerdos y tormentos que regresan cuando menos lo deseas. La soledad también es nuestra, esa que existe detrás de la puerta, la que nos acoge cuando cerramos la puerta con llave y nos quitamos los tacones. ¿Dónde estáis todos? Malditos cabrones. A partir de ese punto sólo queda una salida, desplegar de nuevo nuestras velas y poner rumbo a otros mares. Ahí es donde nace la contemplación como mejor manera de atrapar el desamor que nos llevará a un nuevo amor. El poeta romántico John Keats afirmaba que la mayor exaltación de la poesía es llegar a ser otro, para expresarlo se inventó el concepto de capacidad negativa. Ser otro es ser pájaro, árbol, urna… “¡Ah por una vida de sensaciones más que de pensamientos!”. En este sentido, la capacidad negativa de la poetisa Noemí Trujillo es ese mundo de sensaciones nunca confesadas que ronronea junto a sus poemas, y donde ella nos sumerge para trasladarnos a un universo propio, donde como muy bien queda reflejado en la portada del libro, nos lanza una botella de cristal a modo de mensaje que espera una respuesta, la nuestra. Sin embargo, no se trata de una botella cualquiera, porque es un envase transparente a través del cual podemos leer un post en el que hay escrito un poema. No hay mayor transparencia que la que se respira en un poema; corto, directo, penetrante…
Esa es la transparencia que se percibe en los poemas de Solo fue un post, que parecen querer decirnos que nos encontramos en el inicio o en la excusa de lo que luego vino más adelante. Un torrente donde las ganas de vivir, gritar y salir salen victoriosas entre las cenizas de la última batalla. Ahí es donde el espíritu de la poetisa transita por este poemario, y nos dice: aquí estoy, todavía sigo viva.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.