La luz al entrar al bosque se vio bastante reducida, era como si una nube gigante estuviera atravesando la espesura. A un lado, teníamos un campo de cultivo bañado en niebla, donde algunas gaviotas (incluyendo gaviones atlánticos (Larus marinus)) y perdices rojas (Alectoris rufa) se paseaban. Al otro, el bosque, también neblinoso, y delante, el camino.
Para mí la especie más interesante fue el álamo temblón (Populus tremula), porque nunca la había visto creciendo silvestre. Como el otoño ya ha empezado, algunos ejemplares habían perdido casi todas las hojas o las tenían muy feas, siendo pasto de hongos que prosperaban con la humedad de la lluvia. Otro arbusto que vimos, que conocía por las guías de campo europeas, fue el arraclán (Rhamnus frangula).
El dosel arbóreo estaba formado por robles comunes y abedules, principalmente, aunque también vi algún alerce europeo (Larix decidua), naturalizado o plantado, así como fresnos, tilos y alisos.
En el piso "medio", de arbustos altos, casi todo eran saúcos y espinos albares, así como algún que otro arraclán, avellanos, endrinos y sauces, y en el piso "bajo", todo eran zarzas y helechos, sobre todo Pteridium aquilinum o "Bracken", como lo llaman aquí, Dryopteris dilatata y D. filix-mas, entre otras plantas.
Bueno, ya me he extendido suficiente en el tema de las plantitas, ahora voy a lo siguiente: los hongos. En esta ocasión pude contemplar diversas especies, algunas de ellas nuevas para mí.
En lo que respecta a aves, aparte de los gaviones y perdices del principio, también vimos un faisán vulgar (Phasianus colchicus) que salió disparado de debajo de unas zarzas justo cuando África y yo pasábamos a unos centímetros, sorprendiéndonos (a mí por lo menos me dio un susto de muerte). Otras aves que vimos fueron un pico picapinos (Dendrocopos major) y un agateador euroasiático (Certhia familiaris), mitos (Aegithalos caudatus) y un carbonero palustre (Poecile palustris). Caminando por el bosque, en una zona donde predominaban abedules y avellanos, oteando el horizonte del bosque, vi movimiento, y me detuve, llamando la atención de los otros. Era un corzo (Capreolus capreolus) que corría saltando, huyendo de nuestra presencia. Este pequeño cérvido es muy común en el campo, muchas veces veo pequeños grupos desde el tren cuando viajamos desde Driffield a Hull, junto a setos y zanjas con carrizales. Aquel ejemplar huía despavorido, pero es la vez que más cerca he estado de uno. En realidad, las estrellas de la expedición fueron los invertebrados. Pude observar y fotografiar varias agallas, a las que no estoy acostumbrado, ya que casi todas estaban sobre el roble carballo.
Repasando las fotografías de aquel día, me doy cuenta de que sé muy poco sobre las agallas. Conozco algunas especies, pero no me había detenido a estudiarlas más a fondo, espero cambiar pronto esa conducta de poco interés hacia el mundo de los himenópteros en general, y al de las que producen agallas en particular. Bajo unos troncos, cerca de donde vimos el apagador de una de las fotos de antes, encontramos diversas especies interesantes: un par de arañas gnafósidas del género Drassodes, pequeños escarabajos, isópodos (cochinillas, en cristiano), y un opilión que nunca había visto.
Más adelante, otra especie nueva para mí, la chinche del abedul (Elasmotethus interstinctus), sobre una hoja de ortiga. Se parece extremadamente a la chinche del espino (Acanthosoma haemorrhoidale), pero varias características las diferencian. Esta última es más alargada y grande, con el escutelo verdoso completamente, y las extensiones laterales de la primera son de menor tamaño. Otro "bimbo hemíptero" fue Himacerus mirmicoides. Las fotografías que hice de estos dos individuos dejaron mucho que desear, así que dejaré lugar para la imaginación, o si o preferís podéis hacer click en los nombres de los insectos y os redigirá a una página donde se ven muy bien. Después, en un espacio más abierto cubierto de brezos, encontramos un saltamones "común" (Chorthippus brunneus).
Para concluir con esta entrada tan densa, os mostraré uno de mis milpiés favoritos (aunque el number one es don Ommatoiulus rutilans), el Glomeris marginata, que, como es natural, no tiene nombre en castellano a no ser que te lo inventes. A pesar de su parecido en extremo con las cochinillas de la humedad, solo es eso, parecido: estos son milpiés y aquellas son crustáceos, estos tienen muchísimas patas y aquellas solo siete pares, además son más relucientes.
Aparte de estos pequeños animales, tengo registrado que vimos alguna libélula roja (Sympetrum sp.), una araña de jardín (Araneus diadematus), la tijereta común (Forficula auricularia) y algunos lepidópteros, como la mariposa de los muros versión británica (Pararge aegeria tircis), más oscura que la que encontramos en la Península Ibérica, y la micropolilla Anthophila fabriciana, libando líquidos acumulados sobre la chapa del coche, justo antes de despedirnos del lugar. África y Robert vieron una rana común cruzando a toda velocidad la carretera, pero yo, que suelo estar en la parra, no conseguí verla. Admito que recordar este paseo me hace mirar con ilusión la próxima temporada primavera-verano, ¡qué ganas de volver a ver insectos por todos lados!