Pero no queda ahí la cosa, hay más... Si una odia el huevo, la otra las aceitunas. Si una no puede ver el papel "cular" puesto del revés en el portarrollos (léase con la parte a coger más pegada a la pared), la otra tiene que cambiar a diario los paños de su cocina. Si una va poniendo derecho todos los cuadros que se encuentra torcido, la otra sigue preguntándose cada noche para qué porras sirve la cara rugosa de los algodones desmaquillantes (que, curiosamente, la otra es la cara que prefiere...). El caso es que estas tonterías nos sacan de quicio. Lo que no nos molesta para nada es ver cómo se decoran estos quicios, un lugar inusual, pero tremendamente atractivo.
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Y a vosotr@s... ¿hay algo flagrante que os saque de quicio, o preferís decorarlo?