[NOTA] Pablo Alborán: "Ya no me afecta como antes lo que se diga de mí" (+ fotos)

Publicado el 16 febrero 2018 por Marta @muyalboranista

Fue John Steinbeck el que dijo que el cambio llegaba «como una ligera brisa que agita las cortinas». Detrás de ellas, dos telas negras de la nave industrial de un páramo castellano, nos damos cita con el español que más discos vendió el año pasado. Hablamos, como imaginan, de Pablo Alborán (Málaga, 1989).
Ese cambio del que hablaba el escritor californiano es el que ha experimentado el cantante en primera persona. Alborán pasó de fenómeno viral a artista consolidado de nuestra escena musical en apenas un lustro. No en vano, lleva tres discos de platino con su último disco (Prometo) y la gira del mismo le llevará a 12 países para dar más de 40 conciertos, veinte de ellos con todo el papel vendido. La brisa ya es huracán.
«Si pudiera hablar conmigo mismo antes de que empezara a tener éxito me daría tranquilidad y me diría que todo va a ir bien», comienza el relato entre risas el cantante andaluz. Y añade: «Eso sí, me ahorraría la fiesta después del primer concierto porque al día siguiente tengo otro». Alborán, que con su nuevo disco ya suma cuatro de estudio, abrirá su gira el primero de marzo en Ciudad de México y viajará de norte a sur hasta cerrarla en Sudamérica, en la ciudad chilena de Temuco. A España llegará a mediados de mayo y así hasta final de año. Y luego, vuelta a cruzar el charco para pasarse por Estados Unidos. «No puedo estar más feliz», dice.
La vorágine de conciertos y ese agobio constante por dar la talla llevó a Alborán a parar en seco en diciembre de 2015. Su sonado retiro momentáneo se debe a su «extremismo», según el cantante, que explica que por fin ha aprendido «a decir que no». Y sigue: «Decirle que no a otros, pero sobre todo a mí mismo. A veces me viene muy bien entrar en ese ritmo de compromisos y ser estricto. Me ayuda a tener una rutina y a poder romperla para relajarme, pero puede volverse peligroso». El cuatro veces nominado al Grammy lo explica con una metáfora: «Hemos dicho que sí a muchas fechas y tendré que ser coherente con las decisiones para no fallar a nadie, pero no quiero pasar ni un solo día sin disfrutar lo que hago. Es como si fuera caminando hacia un acantilado. Hace tiempo, veía el precipicio casi cuando me estaba cayendo. Ahora ya lo veo a lo lejos y he aprendido a evitarlo. A parar. A dosificarme», remata.
Esa misma veteranía en su juventud que ha alcanzado Alborán le ha llevado a ser un referente para los nuevos talentos, como los de Operación Triunfo: «No me lo creía», dice a carcajadas antes de seguir, «es muy fuerte. De hecho, me acuerdo que me preguntaban y me pedían consejo y yo les decía que no, que para eso está el jurado. Todavía me da mucho pudor. Aunque llevara 20 años en el escenario me daría pudor aleccionar a nadie. Soy malísimo dando consejo», dice ruborizado.
El terremoto que ha significado el talent show en nuestro país, sobre todo entre los más jóvenes, también es objeto de reflexión del malagueño: «Los chicos están viviendo un momento tan sumamente especial que debe de ser abrumador». Alborán respira hondo y esboza la sonrisa del que sabe de la dualidad de su industria: «Operación Triunfo no deja de ser un programa de televisión. Eso tiene su lado bueno y su lado malo», y hasta ahí. Él, que considera que «sería un concursante pésimo por no ser competitivo», se confiesa como el fan número uno del programa y deja un deseo para los recién salidos: «Ojalá sean conscientes de todo lo que les está sucediendo y reciban el asesoramiento adecuado».
Ese asesoramiento del que habla Alborán y tan importante en el desarrollo del talento joven es el que él mismo buscó, incluso antes de su período de descanso: «Podía estar tres días preocupado por un simple comentario en Twitter, ya no me afecta tanto lo que se diga de mí», afirma. Preguntado por su actividad en dicha red social, en la que siempre está atento a sus seguidores, el cantante de éxitos como Solamente tú o su reciente Saturno se muestra meridiano: «Sólo me quedo con las buenas vibraciones. Me limito a bloquear a los indeseables. Aunque cada vez lo hago menos, la verdad», confesó.
Las redes y la tecnología serán, precisamente, puntos fuertes del Tour Prometo del cantante. Gracias a la tecnología de gafas y realidad virtual (VR) de Samsung, los acérrimos del artista podrán seguir los espectáculos en 360 grados y de manera totalmente inmersiva. La asociación entre el gigante coreano y Alborán es, en sus propias palabras: «Una forma de que mi arte llegue mejor y de poder ver todo lo que sucede encima, debajo y detrás de un escenario. Cantar es mi vida, entonces poder compartir eso me ayuda a estar en contacto directo con la gente», afirma. El proyecto, que lleva por nombre Pablo Alborán más cerca, se suma a las distintas iniciativas de Samsung en materia de cultura y VR, como la posibilidad de disfrutar de Madama Butterfly como si uno estuviera en el mismísimo Teatro Real de Madrid.
El triple platino en nuestro país se ha convertido en la cara de la corporación, pero le sigue ruborizando salir en la campaña que la marca ha preparado para los cines, en la que pide a los espectadores que silencien sus móviles para disfrutar del espectáculo: «Me escribió un amigo para decirme que él silenciaba su móvil y comía palomitas cuando él quería. Me sigue costando», confiesa.
Justo antes de despedirnos y dejar que se marche junto a sus ocho camiones y más de 50 personas de montaje a hacer las Américas, le preguntamos por lo último que tiene en su lista de reproducción: «Say something, de Justin Timberlake. Y El pozo, de IZAL», que incluso nos canta a capella en un arrebato de magia. «Me gusta ser ecléctico», afirma. Esa capacidad de adaptación multidisciplinar nos lleva al Málaga: «Ojalá no bajemos este año. El otro día pusieron una canción mía en el recibimiento al equipo y me emocioné», y, por último, a su Málaga: «Siempre acabo volviendo allí, como el mar en la Costa del Sol».
Sesiones de fotos > 2018 > El Mundo [Sergio Enríquez-Nistal]
 
Fuente: El Mundo.