Para hacer un acto de justicia habría que decir que todo empezó con Poe.
En los orígenes del relato policial, Los crímenes de la Rue Morgue (1841) es el antecedente más claro del género donde el legendario Auguste Dupin aparece por primera vez en la historia de la literatura.
Luego vendrán El asesinato de Marie Roget
En los relatos de Poe no saldrá de la boca del narrador una sola adulación en favor de la mera perspicacia, antes bien, la capacidad de concentración se lleva todas las palmas. Como una declaración de principios en las primeras páginas de El asesinato de Marie Roget se advierte que el ingenio se lleva mal con la capacidad analítica, y se ponderará una cierta forma de empatía que consiste en penetrar el espíritu del contrario. El narrador halaga la agilidad mental del jugador de damas por sobre el de ajedrez en la comprensión del panorama total que le ofrece su contrincante. La calidad de sus conclusiones estará marcada por la profundidad de su pensamiento, y para ello se necesita más que seguir las reglas del juego. Se precisa examinar lo que está en derredor, leer el abatimiento o el entusiasmo, los pequeños detalles de sus silencios o de su acción. Es decir, el cálculo que conducirá al analista a tomar una ventaja sobre el criminal.
Cabe puntualizar que esta entrada al mundo ficcional se presenta como relato de enigma, donde el interés principal que la trama desarrolla será la develación del autor de los crímenes cometidos. Estos procedimientos de relojería que requieren la figura de un razonador que a menudo arrima cierto alarde de erudición tendrán un total apogeo en las novelas de Arthur Conan Doyle quien inspirado en el personaje de Poe expondrá a su Sherlock Holmes a continuos desafíos intelectuales. Mucho antes, Wilkie Collins haría lo propio con La piedra lunar
Pero volvamos otra vez a la tierra de Poe. El despegue económico de los Estados Unidos durante la década del veinte tras una Europa devastada por la Primera Guerra Mundial había deparado una escuálida felicidad. Luego del crac de Wall Street y las consecuencias de la Ley Seca, la creciente urbanización de ciudades como Los Ángeles propiciaría la irrupción del Noir (gentileza francesa para el mundo de las clasificaciones).
Grandes narradores como D. Hammett y R. Chandler se dedicaron a cultivar el género policial negro. Una abierta criminalidad mostrará entonces a los lectores una superficie donde la lógica pierde su verosimilitud, la decadencia moral gana las calles, y la ley no conduce a la justicia. Para decirlo de otro modo, un lenguaje más crudo parirá otro tipo de detectives. Las oscuras conexiones entre la política y el dinero transforman la trama y los móviles. La fragilidad humana dejará a un lado la especulación pura y los movimientos intelectivos para ofrecer diálogos y gestos donde la soledad y el cinismo no dejan margen para la introspección. Detectives como San Spade y Philip Marlowe hacen suyas la verborragia y el exceso, y muy a su pesar, habita en ellos un idealismo altruista que los vuelve imprescindibles.
No se trata ya de asomarse a la verdad tras una pista, sino de observar los mecanismos que conducen a enmascararla. Y así llegamos a la década del setenta a un territorio casi inhabitable con ciudades de largos inviernos. La pareja de escritores suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö conducirán un proyecto literario que llevó de los kioscos a las librerías la típica novela de crimen e inauguró un subgénero: la novela política o novela de crimen político. Estos relatos se expandirán durante los ochenta y noventa, y aunque desconocidas al principio por el amplio público conquistarán en primer lugar a los británicos, y luego al resto de Europa a partir de las traducciones.
¿Pero qué diferencia a estas novelas de los tradicionales textos de colección que se producen en otras latitutes? Claro que los inquietantes parajes de frío y la pulcritud de sus pueblos y ciudades abren una nota distinta a los pringosos asfaltos de medianoche estadounidenses, sin embargo, los mismos demonios acechan sus calles. Asesinatos por encargo de la mafia, torturas sádicas, odio racial, y prolijos crímenes financieros delineados en afilada prosa confieren al género nueva vitalidad y una vuelta de tuerca que los hace únicos en su idiosincrasia.
Un recorrido por algunos de los autores más relevantes del género
La estructura de sus novelas, en general, no es lineal, hay diversidad de puntos de vista, y juega con los tiempos del relato. Su personaje principal es complejo, tiene grandes problemas de alcoholismo, y hay una mirada profunda sobre todo lo humano que demuestra una inevitable crítica social. El murciélago (1997) será la primera novela donde aparecerá Hole, obsesivo, melómano y ferviente lector de las novelas de Jim Thompson. Su búsqueda de la verdad lo llevará a diferentes ciudades del mundo donde mezcla una cultura con otra tratando de identificar lo noruego. El muñeco de nieve
Arnaldur Indriðason (1961) Islandia
Un silencioso padre de familia con una difícil relación con sus hijos se debate permanentemente entre la realidad y su pasado, la rutina desastrosa de su vida personal y los crueles crímenes que le toca esclarecer. Una violencia latente conjuga la frágil frontera entre lo público y lo privado en un país que a pesar de tener una de las tasas más bajas de criminalidad del mundo despunta una tensa sordidez en sus gélidas noches grises. En Las marismas (2000) el pasado no deja de interpelar a este solitario inspector de policía cuyas lecturas frecuentes refieren desapariciones en inhóspitos paisajes de montaña.
Amante de la ópera, este hombre de familia de una atípica sensibilidad y empatía se verá sumergido en asesinatos por misoginia o crímenes de intolerancia cimentados en prejuicios raciales que dejan al descubierto las miserias de una sociedad que no es tan perfecta como aparenta. La vertiginosa escritura del genial Mankell va mucho más allá del relato de las investigaciones de Wallander, nos muestra a lo largo de toda la serie su evolución como personaje. Asesinos sin rostro (1991) es la primera entrega de la colección.
Consolidada en el legado del género esta autora se adentrará mucho más en la interioridad de sus personajes. Este detective al contrario de otros es viudo y sufre la pérdida de su mujer.
La colección consta de diez novelas; la primera, El ojo de Eva (1995), centrará la investigación en el asesinato de una prostituta y en la desaparición de un hombre durante un dilatado periodo. El relato irá mostrándose al lector desde la voz de la víctima.
Autora del best seller La princesa de hielo (2007), nos enfrenta a otro tipo de personaje. Erica Falck es una escritora y periodista que en un pequeño pueblo llamado Fjällbacka desentrañará historias de crímenes enlazados a oscuros temas familiares y sociales, el primero de los cuales será la muerte de una amiga de su infancia. La acompaña el detective Patrik Hedström con quien mantendrá una relación amorosa.
Inspector Carl Mørck, y su ayudante Hafez al-Assad de origen sirio.
Muy al estilo de las tramas clásicas del género, esta serie del Departamento Q (sección de la comisaría que investiga crímenes ya archivados) abunda en personajes notables, y se caracteriza por el frío glacial y la perversidad. La mujer que arañaba las paredes (2007) está narrada en los tiempos de la víctima de un secuestro, y desde los tiempos de la investigación.
La novela tuvo su adaptación a la pantalla chica con la serie Killing.
Jan Lennart Arnald (1963) Seudónimo Arne Dahl. Suecia.