Qué extraño se me hace ahora, casi a finales del verano, recordar nuestras vacaciones en Oslo, pero ya sabes que mi blog tiene una parte de baúl de los recuerdos viajeros y me apetece mucho guardar un post recordando cómo fue nuestra casa de intercambio noruega.
Nuestras vacaciones en Oslo fueron como la calma que viene después de la tormenta, una serie de pérdidas y duelos encadenados nos habían llevado a pasar momentos muy difíciles y este viaje supuso un soplo de aire fresco. Tuvimos tiempo para descansar, respirar profundamente y observar todo lo bueno que nos rodea, y en un marco incomparable como es la capital noruega.Si en ocasiones anteriores te he contado algunas curiosidades de Oslo y también planes para hacer allí con niños, hoy te presento la casa donde vivimos durante esas casi dos semanas tan restaurativas.
Esta vez intercambiamos casa con una familia francesa que tiene una segunda residencia en Oslo.
Tengo que comentar que no hicimos un intercambio propiamente dicho ya que ellos de momento no vienen a Mallorca, así que lo que hicimos fue pagar con puntos virtuales nuestra estancia (es una de las opciones que ofrece la plataforma donde hacemos intercambio Guesttoguest para aquellos casos en los que una de las dos partes no puede viajar pero sí que está dispuesta a ofrecer su casa).
Como ellos no iban a estar en Oslo tampoco, lo que hicieron fue enviarnos las llaves del piso por correo. Te confieso que en un primer momento dudamos si comprar los billetes o no (eso de enviar las llaves de tu casa por correo a un desconocido, vamos, aquí en España no es muy habitual), pero decidimos confiar y finalmente las llaves nos llegaron y también un dossier súper completo donde la anfitriona nos daba instrucciones detalladas de la casa e información de la ciudad.
La casa se trataba de un apartamento de 60m2 situado muy cerca de los modernos edificios conocidos como Bar Code (código de barras), una zona relativamente nueva y muy bonita también.
El piso era sencillo con dos habitaciones, un pequeño baño y un salón con una cocina abierta, pero que a nosotros nos pareció muy confortable y funcional.
Algo que nos sorprendió bastante es lo bien aislados que están los edificios allí (de puertas y ventanas), ya solo desde el portal de la calle hasta subir al piso encontrábamos varias puertas intermedias en los pasillos y distribuidores que cerraban los espacios para que no entrara el frío, de manera que dentro de la casa la temperatura era casi el doble que fuera, por lo que prácticamente dormíamos sin ropa.
Si bien no era una casa con tanto encanto como la que disfrutamos en el intercambio de Roma (donde estuvimos en un edificio del año 1600 y con aquellos entresuelos de madera tan chulos), este era un piso muy práctico, con muchas cositas de Ikea, una cocina más equipada y teníamos también disponible ¡un ordenador con wifi!
Además en la zona residencial de la finca había un espacio privado acondicionado para los niños que Sunflower disfrutó mucho (cada vez que entrábamos o salíamos).
La verdad es que estuvimos muy a gusto y nos sentimos como en nuestra propia casa. Nunca me cansaré de recomendar viajar de esta manera, ¡tiene tantas ventajas! Si te animas a hacerlo, lee nuestros 10 consejos para el primer intercambio de casa.
<< Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. – Fernando Pessoa>>
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