Tengo derecho a…
- Cambiar de opinión
Algunas ideas irracionales frecuentes en este caso:
– “Una vez te hayas comprometido a algo, no debes cambiar de opinión y, si cambias, debes justificarte o reconocer que estabas en un error”
– “Si cambias de opinión no eres capaz de tomar decisiones por ti mismo”
– “Si te echas atrás eres un inconstante/ malqueda”
En terapia, para explicar este derecho, suelo utilizar este ejemplo tan sencillo:
¿Cuál era tu comida favorita cuando tenías 10 años?
¿Sigue siéndolo?
Normalmente aquí la respuesta cambia.
Siguiendo la creencia de no tener derecho a cambiar de opinión, nuestro plato de comida debería haber sido el mismo.
¿Por qué ya no lo es?
“Porque a esa edad no había probado muchas cosas”, “porque no me gustaba casi nada”…
Cambiar nuestro plato predilecto de la infancia parece tan normalizado que el ejemplo resulta casi absurdo, pero refleja perfectamente que si cambiamos de opinión, es por algo.
Cada día tenemos experiencias nuevas, nos sentimos de forma diferente… Decidir que no te apetece ir al plan del viernes por el que te comprometiste el lunes está bien. Cambiar tu opinión sobre un tema de actualidad porque has descubierto un argumento que desconocías está bien. Lo que suele ser contraproducente es aferrarte a algo que ya no compartes solo porque al principio pensaste así.
Tengo derecho a…
- Cometer errores
Si creemos que no podemos cometer errores, cuando los cometamos reaccionaremos pensando y sintiendo que hemos hecho algo terrible y que somos unos ineptos.
Esta visión auto-exigente (e injusta) puede además favorecer que otros intenten aprovecharse de este sentimiento de culpa para beneficiarse. Por ejemplo, cometer un error en el trabajo y que nos den a entender que no deberíamos haber fallado, con la esperanza de que si nos sentimos mal queramos “enmendar el error” haciendo alguna tarea extra aunque no nos correspondiera hacerla.
Si aprendemos a evaluar que es natural cometer errores, que no podemos ser infalibles y que todo el mundo tiene derecho a equivocarse, nos será más fácil detectar dónde ha estado el problema y solucionarlo, en lugar de dejarnos influir por los demás o generar pensamientos negativos innecesarios.
(Para aprender más sobre cómo afrontar las críticas, hace un tiempo hablamos sobre varias técnicas en este blog).
Tengo derecho a…
- Decir “no lo sé”
Parece una obviedad, pero en ocasiones nos cargamos con la responsabilidad de tener que saberlo todo y decidirlo ya, de tener claro lo que queremos hacer y lo que no, de conocer todos los entresijos de nuestra profesión…
La defensa de este derecho se basa en aceptar que no podemos tener respuestas a todas las preguntas, incluso aquellas que “tendríamos que saber”. Que tenemos derecho a no saber qué hacer después de estudiar, a no saber cómo hacer una tarea del trabajo, a preguntar aquello que desconocemos…
Hasta los grandes profesionales tienen detrás de ellos estanterías llenas de libros de consulta. Dudar es humano y es importante tenerlo en cuenta.
Continuará…