Nueva tecnología, el i-doctore

Por Carlos

Sistema operativo versátil, táctil, intuitivo con reconocimiento visual y grabación de imágenes.

Reproduce comportamientos aprendidos y es capaz en escasos segundos de interpretar signos y síntomas para emitir un juicio clínico.

Elige entre diversas opciones, el tratamiento mas adecuado y mediante coordinación entre su sistema operativo central y las herramientas de manipulación, emite señales que hacen creer al interlocutor que está hablando con un ser humano, para inmediatamente generar un documento que permite al usuario, acercarse a un establecimiento adecuado y retirar, con o sin vale descuento, la solución a su problema.

Múltiples aplicaciones disponibles, recetas, bajas, informes, certificados, justificantes, pruebas de todo tipo, mediciones, analíticas…

La interfaz del i-doctore te permite pasar rápidamente de una aplicación a otra dentro de la multitarea a la que te ves sometido.

Insensible al desaliento, incansable, capaz de funcionar e interactuar con múltiples sistemas operativos, múltiples periféricos  compatibles o no y  cuando los datos analíticos y anamnésicos desaparecen por cualquier negligencia operativa, con paciencia y tesón vuelve a cargar los datos de que dispone en su disco duro en la medida que puede y realiza una nueva historia.

Asume con prestancia las demoras de otros niveles, sobrellevando la situación, los meses que sean necesarios, hasta que se produce el evento especializado que le permite continuar su labor.

Este i-doctore intenta mantener la ilusión del paciente en el sistema, mediante complicadas artimañas orientadas a responder ante sutiles o complejos cambios de orientación sanitaria, gestora o política sin que se resienta apenas la asimétrica relación entre i-doctore y paciente.

Este invento se las ingenia como puede para documentar el caso clínico en la era de la informática, utilizando para ello todo tipo de accesorios (habitualmente no suministrados por el sistema) con el fin de dar cabida a los requerimientos de la población.

Tengo la impresión, de que la institución que debería velar por los intereses de los pacientes y los profesionales no tiene la suficiente inteligencia para comprender la inmensa suerte que tiene de poseer un intangible tan valioso al que muchas veces, por ignorancia, responsabiliza del gasto sanitario.

El profesional, en ocasiones, se debate entre la inestabilidad y la inutilidad y si no fuera por la imaginación, tengo la intuición de que llegará el día, si no ha llegado, en que nos convertiremos en el iluso-doctore.