Nutricéuticos II

Por Pedsocial @Pedsocial

Los principios inmediatos, esos nutrientes que nos resultan imprescindibles para la vida, se clasifican en cinco grupos:

- Hidratos de carbono: harinas y derivados (pan, pasteles, pasta…) frutas, vegetales (hortalizas, verduras…)

- Proteinas: carne, huevos (la clara), pescado, legumbres

- Grasas: aceite, manteca y mantequilla, tocino, huevos (la yema) y grasas de las carnes y los pescados

- Vitaminas: A, B (B-1, B-2, B-6, hasta 12, ácido nicotinico, ácido folico,) C, D, E, K…

- Minerales: Hierro, Calcio, Fósforo, Socio, Potasio, Magnesio, Cobre, Zinc, Fluor y otros en cantidades mínimas

… pero de los dos últimos, las cantidades diarias necesarias son mínimas y no hay buena evidencia que tomarse más de los requerimientos diarios tenga ningún efecto beneficioso.

Los problemas de salud descritos en relación con las vitaminas son todos por falta de su presencia en la dieta. Son esenciales y si no los adquieres en la alimentación tendrás problemas. Pero tomarlos en exceso a las necesidades no aporta nada. Cierto es que hay circunstancias a lo largo de la vida que las necesidades son mayores, más elevadas: el embarazo, los primeros meses de la vida por el crecimiento acelerado, las enfermedades más o menos crónicas y en la vejez, sobre todo porque no se come lo suficiente. Pero ni siquiera el ejercicio físico requiere más vitaminas. Y no se ha podido probar que la vitamina C prevenga los resfriados producidos por infecciones de virus respiratorios ni que–como falsamente anunciaba la compañia Bayer–una asociación de vitaminas proteja del cáncer de próstata. Las necesidades de vitamina C son sólo de 50 mcgr. al día. Con una naranja ya basta. Pero es que, además, el ácido ascórbico, que es la vitamina C, se utiliza como conservante en muchos alimentos, de manera que acostumbramos a tener la orina más rica en ácido ascórbico del planeta.

Algo parecido sucede con los minerales. Es cierto que durante el crecimiento, el embarazo y la vejez, los requerimientos de algunos minerales como el hierro y el calcio son algo mayores. Pero no es cierto que el hierro te haga más fuerte ni que el calcio endurezca los dientes. Sirven para lo que sirven, y nada más.

Además existen una miríada de productos a los que se les atribuyen cualidades que, o bien las tienen por su composición naturalmente y sólo son una opción alimenticia más, simplemente son alegaciones no probadas.

Por ejemplo los cereales del desayuno. Sólo aportan hidratos de carbono (azúcares) y una parte de las vitaminas. Y los integrales algo de fibra alimenticia (celulosa). pero claro, si se toman con leche además aportan los nutrientes de la leche: proteinas (lactoalbúmina), grasas y algo más de azúcar (lactosa). La adición a algunos de vitaminas y minerales como el hierro sólo tienen utilidad si los cereales constituyen una fuente única en la alimentación. Aparte de eso, como alimento aportan lo mismo que unas tostadas de pan con leche. La principal diferencia está en el colorido del cartón del envase.

Los yogures han entrado con fuerza en la alimentación infantil a caballo de intensas campañas publicitarias. Se han consolidado como probióticos porque aparte de los principios inmediatos procedentes de la leche que contienen , como son leche fermentada por la adición de microbios, son estos microbios los que se incorporan a los que habitualmente tenemos en el intestino y pueden ayudar en la digestión y la absorción de algunos nutrientes. Para ser comercializados como “yogurt” deben contener varios millones de microbios VIVOS. En otra entrada de este blog hemos comentado la importancia del Microbioma, o sea nuestra dotación personal de microbios. No está claro que mejoremos por cambiarla. Los efectos “reguladores” o inmunitarios atribuidos algunas presentaciones de lacticinios fermentados liquidos con Lactiobacilus cassei (cepas immunitasshirota) ham sido cuestionados legalmente y las compañias que los fabrican han tenido que acomodarse a acuerdos económicos legales por publicidad engañosa en los Estados Unidos.

Como ya hemos dicho, el consumo de nutricéuticos tiene más que ver con una demanda social y una oferta comercial que con la salud y su gestión. La cautela y la provisión de información adecuada debe ayudarnos a criar a los niños sin necesidad de recurrir a “inventos” ni “novedades” que no aportan nada.

X. Allué (Editor)