Obediencia a la autoridad

Por Oscar Saura Bardaji @sauraoscar

¿Podría una persona normal llegar a torturar o asesinar a alguien sólo por obedecer órdenes?. En los años 60, Adolf Eichmann fue juzgado por crímenes contra la humanidad cometidos por el régimen nazi. Eichmann parecía una persona normal que camina junto a nosotros cada día por la calle. Cada vez que le preguntaban por el motivo de su comportamiento, el respondía la misma frase: “cumplía órdenes”.

Mussolini y Hitler

El 1 de Septiembre de 1939 comenzó la invasión alemana de Polonia dando comienzo a la II Guerra Mundial que hasta la rendición de Alemania el 8 de Mayo de 1945 se saldo con más de 39 millones de muertos en Europa. De ellos 5,5 millones murieron en los campos de exterminio nazis.

A raíz del juicio de Adolf Eichmann, el psicólogo social Stanley Milgram comenzó a hacerse preguntas sobre la obediencia a la autoridad. ¿Podría ser que Eichmann sólo estuviera siguiendo órdenes? y ¿es posible que cualquiera de nosotros fuéramos capaces de llegar a la tortura y al asesinato sólo por cumplir órdenes?

Milgram planteó un experimento en el que pretendía averiguar si las malas acciones de los nazis eran consecuencia de sus defectos personales o cualquiera podría llevarlas a cabo. ¿Podría una persona cualquiera ejecutar a un desconocido si se lo ordenaban?

Se colocaron carteles en una parada de autobús en los que se reclamaba voluntarios para participar en un ensayo sobre “memoria y aprendizaje” en la universidad de Yale. A los voluntarios que acudieron se les oculto que en realidad participarían en una investigación sobre obediencia a la autoridad. En cada experimento participaban 3 personas: el experimentador (investigador), el maestro (voluntario que hacía las preguntas) y alumno (actor cómplice del experimentador). El investigador explica al maestro que tiene que castigar al alumno con una descarga eléctrica cada vez que falle una pregunta.

Inicialmente se aplica una descarga eléctrica de 45 voltios al maestro para que compruebe el dolor del castigo que sufrirá el alumno cuando falle. Se coloca al alumno atado para evitar movimientos en una silla eléctrica dentro de un módulo de vidrio. El maestro lee una lista de pares de palabras una vez para enseñar al alumno y posteriormente lee solo una palabra de cada par y dando al alumno cuatro opciones para que elija el par que corresponde. Si la respuesta del alumno es errónea el maestro le aplicará una primera descarga de 15 voltios, la intensidad aumentará 15 voltios con cada fallo hasta llegar a los 450 voltios. Si la respuesta es correcta se pasa a la siguiente pregunta.

El maestro cree en todo momento que el alumno recibe las descargas pero en realidad es un actor que simula recibirlas (grita, se retuerce de dolor,…) y con el que el investigador ha pactado que al llegar a los 300 voltios dejará de responder y simulará estertores previos al coma.

Stanley Milgram

Si el maestro expresaba su deseo de no continuar, el investigador le indicaba imperativamente:

-   Continúe, por favor
-   El experimento requiere que usted continúe
-   Es absolutamente esencial que usted continúe
-   Usted no tiene opción alguna. Debe continuar

El experimento terminaba cuando el maestro se negaba a continuar tras escuchar la última frase o cuando hubiera administrado el máximo de 450 voltios 3 veces seguidas.

El resultado del experimento sobrecogió al propio Milgram. A pesar de que los maestros presentaron dudas en varios momentos del experimento ninguno de ellos se negó rotundamente a aplicar las descargas antes de alcanzar los 300 voltios (momento en el que el alumno dejaba de responder y simulaba los estertores previos al coma). Dos de cada tres maestros llegó a aplicar la descarga de 450 voltios a pesar de sentirse incómodos al hacerlo. Una vez terminado el experimento, ninguno de los maestros se interesó por el estado del alumno ni fue a comprobarlo.

Este video muestra parte de la película original que Milgram grabó durante su experimento.

En el año 2010 un grupo de psicólogos y sociólogos franceses plantea un experimento que sigue la misma metodología del experimento original de Milgram pero además de la obediencia a la autoridad tratan de estudiar el poder de manipulación que ejercen los medios de comunicación. En este caso el experimento se plantea como un concurso de televisión por lo que también hay público presente en el plató de televisión. Los resultados son realmente sorprendentes, 8 de cada 10 participantes llegaron hasta el final, un 20% más que el experimento original de Milgram y nadie del público cuestionó el experimento.

Este experimento sugiere una pregunta muy interesante: ¿Podría la televisión organizar la muerte de una persona bajo el disfraz del entretenimiento?

El video que viene a continuación corresponde a “El juego de la muerte” que es el documental de este experimento.

Explicación

Represión policial en España. La policía antidisturbios es un claro ejemplo de obediencia ciega a la autoridad.

Lo que ocurre es que los sujetos entran en lo que Milgram llamó “estado agente”, que se caracteriza por el hecho de que el individuo se ve a sí mismo como un agente que ejecuta los deseos de una autoridad que considera legítima y por tanto no se considera a sí mismo responsable de sus actos. El sujeto considera que la responsabilidad recae sobre quien ostenta el poder y obedecerá a la autoridad aunque lo que se les pide vaya en contra de sus valores, le cueste llevarlo a cabo y les produzca tensión (hacia el minuto 48 del documental “el juego de la muerte” explica las estrategias para liberar la tensión  y evitar enfrentarse a la autoridad). Esto se debe a que hemos aprendido esta norma social desde pequeños: “debes obedecer a la autoridad legítima”, a tus padres, al profesor en el colegio, a la policía,… Los castigos que recibimos desde niños nos enseñan que desafiar la autoridad tiene consecuencias. La sociedad está fuertemente estructurada en este sentido y a través de las leyes nos sometemos sin pensarlo a la autoridad que consideramos legítima.