Así es. No está en el autor ni en la idea, y tampoco en la forma. Está en la obra misma y va más allá de todo lo demás.
Tampoco está en el proceso artístico.
El proceso es maravilloso y cada proceso es un mundo. Desde el más estudiado hasta el totalmente improvisado.
Desde que se gesta la primera idea, sea ésta más o menos concreta, hasta que finaliza la obra, pasan un montón de cosas.
No quiero pararme a escribir sobre ello. Además no sabría por dónde empezar. En este blog ya he hablado de partes del proceso de algunas de mis obras...
Lo que digo es que por enriquecedor que sea ese proceso, la obra es independiente de él.
No me gusta que se endiose a los artistas.
Me gusta pensar que la obra no le debe nada a nadie.
Cualquier obra: Un dibujo, una canción, un poema, una obra de teatro... es lo que es.
Todas las personas que trabajan en esa obra tienen (tenemos), de alguna manera, el deber moral de abandonarse (de abandonarnos ¡cuánto placer!) a ella.
No son (no somos) genios, hacen (hacemos... Ojalá lo hagamos) lo que tienen que hacer.