Una corriente de viticultores amantes de la tradición de su tierra, conocedores de las técnicas ancestrales, cercanos al mayor respeto hacia las características que la uva y su vinificación tienen en su zona, sacude la vieja Europa. No daré nombres que, por otra parte, salen regularmente en este cuaderno. Diré tan sólo que existe la esperanza: la producción industrial que, por definición, todo lo homogeneiza, no puede con todo. Empezando por el Mosela, pasando por el Ródano, siguiendo por el Loire, el Piemonte y la Irpinia, parando un poco en les Corberes, deleitándonos en el Priorat, en Méntrida o en la Manchuela, sorprendiéndonos en Alicante y parapetándonos en Ragusa, hay nombres y vinos que uno tiene que escuchar, que uno tiene que conocer y beber.
Arianna Occhipinti pertenece a esta corriente. La conocí tal y como la véis en la foto: con gran seriedad, sirviendo y explicando sus vinos. Lo dejé escrito: en TerroirVino 2008 la busqué (me contaban maravillas de su frappato) pero lo que vi, escuché y bebí superó cualquier expectativa. Tremendamente joven y bien preparada, lo mejor que tiene no es eso sino su sensibilidad. "Lo que me da la tierra, a la tierra se lo tengo que devolver" (el lema de su bodega, en Vittoria, territorio del Cerasuolo di Vittoria, provincia de Ragusa, en el sur sur de Sicilia, tierra de frappato y de nero d'avola). Hablar con la tierra sedienta donde libaron las abejas de Virgilio (Monti Iblei), escuchar al viento que sopla y enardece centenarios olivos desde el cercano mar, acariciar las arenas rojas, entender cómo se puede capturar el perfume de una isla milenaria y metamorfosearlo en vino. Ésta es Arianna Occhipinti. Desde el 2008 he probado todos sus vinos (menos un dulce que, parece, va a sacar pronto...) y veo, siento cómo sigue creciendo y aprendiendo. Lo dice la gente que sabe de veras de esto (la impresionante, imprescindible nueva guía de Slow Food, Slow Wine 2011, p.1176): "fare tesoro dei propri errori con una velocità disarmente".
Su vino quizás más emblemático se hace con la variedad más difícil de aprehender de Sicilia, el Frappato 2008. La variedad local, el frappato di Vittoria, procede de terrenos situados a cierta altitud (270 m), de arena y cal, con vetas de arcilla fresca en el subsuelo. En Fossa di Lupo se encuentra el viñedo, muy joven (apenas 8 años). La agricultura es natural por completo. No hay otro tratamiento que no sea remover la tierra del viñedo al principio del verano y hacer dos pasadas con azufre. La uva madura hasta mediados de octubre (detalle no baladí), fermenta con las levaduras del viñedo y del hollejo y permanece en tonneau de 600 litros durante 10 meses. No hay estabilización, ni clarificación, ni flitrados. Lo digo porque el resultado final es fascinante en cuanto a color, brillo y limpidez. Tras dos meses de botella en bodega y unos pocos más de merecido reposo, nos situamos en diciembre de 2010. 13% para ser tomado a 15-16ºC como mucho. Renuevo mi fe y mi amor por esta tierra siciliana y por esta mujer que, sin más, se convierte en cuanto yo anhelo para el vino y el viñedo. Su fuerza está en la persuasión, no en el músculo. Es un vino fragante, ligero, muy sugerente. Es un vino fresco y envolvente que muestra su poderío en la relación con la tierra: es profundo, telúrico (yesca y pedernal). Conecta con las entrañas a las que volveremos. Sabe a brotes de cassis, a arándanos rojos, huele a las hojas estrujadas del árbol de la pimienta, tiene ese aroma tan peculiar en bodega de la brisa tras la maceración. Este 2008 ha ganado en complejidad sin perder un ápice de su ligereza y frescor. Me hace feliz, por fin, haberlo podido encontrar en Barcelona. Por unos discretos (¡para lo que da el vino, claro!) 18 euros, te llena la copa de felicidad y de Sicilia: de Arianna.
Imagino una escena imposible: el comisario Salvo Montalbano llega tarde a casa, tras un día de extenuante trabajo en la comisaría. Demasiados asesinatos en apenas quince días...Abre la puerta de la nevera y encuentra unas sardinas en escabeche. Dos detalles excitan sus papilas: ¡pasas y azafrán! Llevan allí 24 horas, macerando lentamente, esperando su momento. Se sienta en la terraza, cautivadora vista sobre el mar. Su experiencia le dice que hay que compartir los buenos momentos. Hace una llamada telefónica. Se pone el bañador y se regala un reparador chapuzón vespertino. Pone la mesa: dos cubiertos, dos copas. Un poco de hielo para el vino. Las sardinas recuperan calor y sabores, se acomodan a la suave brisa que sopla del mar. Un coche frena y Arianna surge alegre de la oscuridad, entra directa al porche, con esa sonrisa desarmante, con esos ojos de almendra que prometen todo pero no dicen nada, con ese frappato recién embotellado en la mano. El comisario piensa: Genova queda tan lejos...
Sigo echando de menos a Manolo Vázquez Montalbán. A ratos tengo a Andrea Camilleri y a Salvo Montalbano, pero no es lo mismo. Desde hace tres años, también a Arianna Occhipinti. Creo que a MVM le hubieran gustado mucho sus vinos...que por cierto, no pueden ser tomados en días en que, en el campo, se realizan las operaciones con plantas de raíz. Anteayer en Monvínic, estuve en un gran, y muy bien documentado por Antonio Giuliodori (qué auténtico crack, de veras), recorrido por algunos vinos de cepas italianas. Volví a probar el Frappato 2008 en día raíz: nada que ver con las botellas que había abierto en días y con lunas más favorables. Asumo las sonrisas y las críticas, pero mi nariz y mi paladar no me engañan. Por ahora...
Postscriptum. Este post está dedicado a Dominik. Él ya sabe por qué...