Ocho botellas para una reflexión

Por Jgomezp24

Unos queridos amigos, que hacen vino, me pidieron que preparara una selección de botellas para explicar cómo veía yo el estado del vino español actual, hacia dónde va, quién hace algunas de las cosas que más me interesan. Digamos que, en el fondo, se trataba de poner en una cata el concepto de "vino natural" que uso en mi libro, que poco tiene que ver con el uso más habitual de ese adjetivo y su, a ratos, absurda asociación con la palabra "sulfitos". Podía haber hecho muchas selecciones porque creo que en España hay muchas bodegas, muchas, que trabajan de distintas formas todas ellas y todas hacen cosas que me interesan y me hablan con franqueza de aquello que yo busco: de la mano y criterios de personas que conocen a fondo sus parcelas, la expresión más genuina de la uva en cada añada y en el viñedo y tierra donde ha crecido.
Fueron ocho vinos y me decanté por los blancos (también en blanc en noir), aunque a la vista de las copas, una de las cosas que hay que asegurar es que el color cada vez tiene menos importancia en España. Yo era de los que se preocupaba por describirlo a conciencia. Ya casi no lo hago porque decir "vino blanco" y hablar de Aire en el patio 2013, por ejemplo, de Samuel Cano, no tiene demasiado sentido. Lo mismo diría de Benimaquía.Tinajas 2012 de Rafa Bernabé. Y etc. Digamos, pues, que las uvas base de estos vinos son blancas, menos las del primero, el Taïka 2011 de Raül Bobet para Castell d'Encús, que son de pinot noir (con pequeños aportes de semillon y de riesling).  Método ancestral de uvas en biodinámica sometidas al clima extremo de Talarn, con un suelo que provoca ph bajos y acideces altas. Larga vida para un vino que, ahora, empieza a aparecer más amable en boca. Buen aroma de pinot, casi atlántico, casi más côteaux Champenois...Arándanos rojos. Punto goloso pero con esa acidez que pronostica larga vida. Seco y rampante. Burbuja fina y delicada.
Aire en el patio 2013 de Samuel Cano. Creo que es el mejor Patio de Samuel, 100% airén  de Los Hinojosos, a 800 msnm, de suelo arcillo-calcáreo y roca madre, calcárea, a 60 cm. Otro clima extremo para unas cepas cuyas raíces conviven en policultivo con los ajos manchegos. Buena maceración con pieles pero no excesiva. Mosto que fermenta en barrica cuadrada de 1000 litros de segundo año. Albaricoques, miel de brezo. Muy seco y eléctrico aunque con aires de madurez y de fruta de hueso veraniega, nísperos sobre todo. Una buena forma de reconocer a este vino es recordando el Ageno de la gran Pantaleoni, aunque el airén no es tan aromático como la malvasia de candia. Suertes del Marqués Trenzado 2012. El vino blanco polivarietal de Roberto Santana y Alfonso Torrente en la Orotova (dos viñedos entre los 450 y los 600 msnm) es uno de los grandes blancos que he bebido del 2012, sin más. 90% de listán blanco, con aportes de vidueño, marmajuelo, gual, vijariego blanco, verdello, babobo blanco, con un arranque de fermentación espontánea (tienen fe en las levaduras de esas cepas en pie franco, prefiloxéricas y en doble cordón trenzado; años ha había patatas bajo la parra) y el poder de esa tierra volcánica de orientación noroeste, más un leve paso por barrica de 500L, producen un vino que es terrruño en estado puro. Imaginen ustedes todos los matices del volcán y de su azufre (sin pizca para nada de reducción, conste!), yesca, pedernal, cerillas Garibaldi. Brumas y frescura. Mango y una mineralidad que perturba todos los sentidos. Imagínense ustedes la entereza y sobriedad de una piedra pómez y la suavidad del tacto de la piel tras su paso. Así es este vino, en nariz y en boca. Buqué infinito.
Issué 2010 de Bernardo Estévez. Un año especial, con graves problemas de provocan que la carga por cepa, al final del proceso, sea apenas del 40 % de lo previsto. El alma de Arnoia, el espíritu del Ribeiro, liderado por la uva lado que nadie que manda quiere tener en cuenta, más silveiriña, verdello antiguo, treixadura, albariño, caíno, godello. Polivarietal en estado puro el del Ribeiro, terruño de descomposición granítica en cada poro del vino. Me imagino este vino como es Bernardo: discreción e inquietud de la abeja. Concentración y paciencia en la copa. La abeja aporta su miel (acacia, mil flores) y aquello que sus patas van recogiendo, espliego, tomillo, partículas de pirita, arenisca granítica, agua del arroyo cercano, frescura, un poco de salvaje própolis. Un vino que te atrapa como la observación de la vida en el panal, sin cuya presencia el vino no existiría. Uno de los grandes. Vinya Selva del mar 2012 de Mas Estela. La pureza, la frescura, la tierra virgen del interior del Cap de Creus. Viñedos de pizarra orientados al norte y en altura (de 120 a 380 msnm, pero muy cerca del agua), con un 95% de garnacha gris y resto de muscat de Alejandria. 5 meses en barrica de acacia, para uno de mis blancos catalanes de vértigo. Con la discreción por bandera (como son Didier y Laura), la botella te da certezas de longevidad pero en su juventud se disfruta ese suave perfume de las aceitunas recién prensadas, el calor de la pizarra, la frescura del valle, la humedad del mar, la flor de la retama, la discreta tanicidad de esa garnacha única...Nunca le damos la oportunidad de envejecer...
"K" de Akilia 2012. Uno de los vinos de Mario Rovira en el Bierzo, a los pies de los Montes Aquilianos, su blanco de Valdesacia, con orientación este y suelos franco-arenosos, con cuarcitas y pizarra. 70 años de cepa berciana de palomino fino y un 10% de Doña Blanca, para un vino que me tiene enamorado: huele a monte bajo, huele a jara, huele a mantequilla salada, aires de sedimento marino en un monte fresco. Acidez descarnada en boca y sorpresa atlántica en el posgusto. Pizarra y arenisca. Membrillo crudo. Sensaciones del monte reventando con la mimosa en flor. Benimaquía. Tinajas 2012 de Rafa Bernabé. Quise terminar con dos expresiones iguales y distintas al mismo tiempo de la más pura mediterraneidad: moscatel de Alejandría sin y con burbuja, de viñedos  casi a 300 msnm en la Marina Alta y de viñedos casi de navazos en la Mata. Benimaquía es la moscatel de altura, de suelo rojo de la Marina, con limos, arcillas y arenas, sedimento marino pero matizado. La expresión de la fruta en ese clima y suelo es de impresión, golpea con fuerza todos tus sentidos y apenas deja respiro: flor de azahar, pétalos de rosa, infusión de esos pétalos, rosas marchitas, lichis, clavo, nuez moscada, pimienta roja, salinidad, frescura y austeridad en boca. Tienes la sensación de sumergirte en la más salvaje kasbah de tu vida, sección especias y fruta fresca juntas. Estás bajo el parasol, las calles son umbrías, el calor aprieta encima de las casas bajas y el mundo de aromas de la moscatel revienta en tus narices. Acequión 2013 tendría que ser algo parecido pero las uvas son de la Mata. No hay tantos matices, aquí todo es más descarnado. Las cepas son de 80 años, de Los Calistros, y lo que tienen como apoyo son dunas fósiles marinas. No hay más que eso y el mistral que refresca con firmeza. Digamos que tenemos sensaciones parecidas al Benimaquía pero matizadas por el método ancestral. La burbuja y los sabores que se obtienen con la finalización de la FAL en botella ofrecen el lado más amable de la uva y del terruño en la frontera de lo que puede sobrevivir en un secarral. Todos los matices del cítrico y sus flores, las pieles de la uva y las pieles arañadas de los cítricos, entran en la boca y empujan con suavidad con una sequedad y un amargor que sorprenden a quien no está acostumbrado. Quizá es un vino menos radical que Benimaquía pero es tan sorprendente y complejo como su primo hermano. La mejor manera para mostrar, en un mismo territorio y uva, cómo el método ancestral aporta matices a un vino tranquilo.
¿Qué intenté explicar con esta selección a mis amigos? Pocas cosas porque desde hace cierto tiempo, intento seguir (en la distancia enorme que nos separa) aquello que hace Josep Roca. Habla poco Pitu, pero te pone una copa, te presenta una botella y te mira. Suele decir poco, pero lo que te transmite con su selección es tanto...: bebe, aprende y reflexiona. Eso intenté: un momento de reflexión para gente que sabe mucho y que hace vinos con uvas blancas, a partir de realidades de la Península y de las Islas muy distintas entre sí: por las personas que hacen esos vinos, por las características de las uvas y del suelo en el que se hacen, por las añadas y sus condicionantes. Ellos pasaron un buen rato. Yo lo pasé en grande y la mejor conclusión (de otro amigo que asistía a la cata) fue "qué suerte que nos sigan quedando tantas cosas interesantes y buenas por conocer!"! ¡Y tanto! ¡A por ellas!