Las preocupaciones pueden definirse como cadenas de pensamientos continuos, aversivos e incontrolables, sobre un peligro futuro que se percibe como incontrolable (Rapee, 1995). Cuando nos surge un problema, el primer paso para resolverlo es preocuparse por él, por lo que las preocupaciones formarían parte de la resolución de problemas y solamente el hecho de empezar a pensar en solucionar el problema significa que hemos comenzado a enfrentarnos a él, aumentando la probabilidad de librarnos del peligro previsto y comenzándonos a calmar porque estamos en el proceso de resolverlo.
Sin embargo, como sucede en muchas ocasiones, los pensamientos NO SON SUCESOS REALES, SI NO HIPÓTESIS INTERNAS creadas por nosotros y que no reflejan una realidad objetiva. El problema surge cuando interpretamos nuestros pensamientos como hechos reales. Entonces, la amenaza pensada se convierte en real, se activan nuestras emociones más desagradables y nuestro cuerpo se prepara para la acción y la defensa.
Esas emociones desagradables que se activan tienen que ver con la necesidad de control y la exigencia con la que a veces realizamos las actividades que nos proponemos. Así pues las emociones que dominarían en las preocupaciones serían: el miedo y la culpa.
Sin embargo… ¿Qué podemos hacer para preocuparnos menos?
- Practicar la Hora de las preocupaciones: si tenemos tendencia a pasar mucho tiempo del día a preocuparnos, mejor será crear un buen espacio para ello. Así, escogiendo un momento del día en el que utilizar sólo para pensar sobre nuestras preocupaciones conseguiremos que disminuir la frecuencia de éstas en el resto de actividades cotidianas.
- Practicar la solución de problemas: en el caso de que nuestros problemas tengan solución, poner en marcha nuestra capacidad creativa a modo de Brain Storming para encontrar distintas alternativas nos ofrecerá abrir el foco de atención y salir de los pensamientos en bucle.
- Consentir la incertidumbre y centrarnos en el momento presente: asumir que no podemos tener todo controlado y que tampoco sería bueno que lo tengamos. El mindfulness se basa en observar los sentimientos y luego dejarlos ir, sin juzgarlos, sólo siendo consciente de los que estamos sintiendo, atendiendo plenamente, para así, identificar dónde está el pensamiento que está causando problemas, al tiempo que ayuda a ponerse en contacto con las propias emociones.
- Analizar las preocupaciones y aceptar las emociones desagradables: las emociones desagradables surgen de necesidades personales no satisfechas. Es posible que cuando me preocupe por el grifo y el agua, en realidad me esté culpando de no tenerlo todo “como debería”. Los pensamientos automáticos negativos del tipo “todo” “nada” “debería” “tengo” “siempre” son trampas al estado de ánimo que nos desalientan y nos impiden un correcto funcionamiento. Teniendo el radar puesto en identificarlos y ayudándonos de la reestructuración de los mismos podremos liberarnos de la esclavitud que esos mensajes nos envían.