En cualquier caso, es curioso que un festival con diez años de existencia decida reiniciar el contador y hacer de éste su Año Cero. Para ello han escogido un nuevo escenario que llenar con ideas sin perder la esencia que los ha convertido en veteranos de la creación contemporánea.
Y como si fuera un festival musical con un cartel desproporcionado, el OFFF cuenta con alrededor de 70 conferencias, performances, exposiciones, instalaciones interactivas, etc., aparte de apartados más sociales como ferias, fiestas e intercambios culturales.
Es esta network el apartado más llamativo del evento, donde artistas, teóricos, desarrolladores y, no menos importante, público, comparten trabajos e inquietudes en una interacción que busca la inspiración recíproca.
Siete secciones, muchos artistas, eminencias en sus disciplinas con mucho que decir, un rincón para los talentos emergentes, workshops, salas de exposición y un prometedor mercadillo que, en pocas palabras, suma y sigue en una programación saturada y con tendencia al drama, pues, aparte de haber agotado sus entradas, obliga a desdoblarse entre tanta propuesta.
Pero por intentarlo (y disfrutarlo) que no quede.