Los diseñadores de olores tendrían que hacer algo, y pronto. Porque, por mucho que avance la ciencia, por mucho que se invierta en I+D, que se imponga la tecnología, las empresas se gasten millones y millones de euros en saber si un producto gusta a sus clientes potenciales o no, hay una cosa que no cambiará en la vida: EL OLOR A PINTURA.
Sí, estamos pintando en casa y no creáis que voy a subir fotos porque va a ser todo bastante uniforme: Blanco. A excepción de mi habitación que será el toque de color en la casa. Pero yo no venía a hablaros de esto sino de los olores. Ellos se quedan en nuestros recuerdos para siempre y, en ocasiones, al pasar por algún sitio que desprende un olor nuestra mente vuela hasta no se sabe muy bien donde para traernos algún recuerdo de antaño.
Pues bien, todos los olores menos el de la pintura. Porque ese olor taaaan profundo no puede recordarnos a nada. Bueno sí. Todo aquél que pinta y se ve en la tesitura de mover toda una casa le coge manía a la pintura y a lo que ella conlleva. Así que ese olor no trae asociado nada bueno.
Ya me he desahogado un poco, me despido porque algunas cajas vacías me reclaman para ser llenadas, empaquetadas y cargadas (aún a riesgo de sufrir una lumbalgia severa).
Nos leemos.