Desde luego, las vacaciones deberían aprovecharse, principalmente, para descansar. Eso no tiene discusión. Pero no debemos olvidar que la realidad no se detiene en agosto, aunque muchas organizaciones así lo pretendan. La información potencialmente relevante sigue fluyendo desde infinidad de fuentes, y los acontecimientos que pueden requerir nuestra atención siguen su curso inexorablemente. No gestionar correctamente esta realidad, por mucho que estemos de vacaciones, es una auténtica irresponsabilidad, al menos si tu aspiración es llevar una vida plena, relajada y sin estrés en un entorno complejo y cambiante como el actual.
Para que quede claro, gestionar esta realidad en vacaciones no significa necesariamente trabajar, al menos en el sentido tradicional del término. Aunque desde luego, si las circunstancias lo demandan, también puede implicar trabajar. Es decir, hacer aquellas cosas que tienen que hacerse, correspondan estas al ámbito de lo laboral o al ámbito de lo personal. Y claro, para saber si algo tiene que hacerse o no, resulta imprescindible ser efectivo en todo momento. Sin canalizar el flujo constante de información y eventos de manera adecuada, es muy difícil evaluar su impacto potencial en nosotros, y por tanto, se complica mucho la toma de decisiones correctas sobre qué hacer, si es que hay que hacerlo, o cuándo debe hacerse.
En realidad, «vacaciones» y «efectividad personal» son conceptos absolutamente independientes y perfectamente incluyentes. De hecho, la verdadera efectividad personal —la que muchos llaman erróneamente productividad personal—, resulta imposible de «apagar» o «encender» a voluntad. Las personas que creen que pueden olvidarse de ella cuando se van de vacaciones demuestran que han entendido muy poco de qué va el asunto. Una persona realmente efectiva vive la efectividad personal como un conjunto de hábitos que forman parte de su comportamiento natural diario, exactamente igual que lavarse los dientes, vestirse antes de salir a la calle o comer varias veces al día.
Por eso, cuando algo llama la atención de una persona realmente efectiva —como una idea, información potencialmente útil o algo que quizá tenga que hacer—, su instinto le hace capturarlo o anotarlo fuera de su cabeza, esté o no de vacaciones. Después, también instintivamente y de manera regular, busca la oportunidad de aclarar el significado de todas las cosas que ha ido capturando para, en su caso, organizar los recordatorios correspondentes, de manera que pueda volver a ello cuando sea el momento oportuno —ya sea hoy, dentro de una semana o algún día más o menos lejano, según la naturaleza de cada cosa. Y por supuesto, revisa, revisa y revisa… todo el tiempo. Y hace todas aquellas cosas que tiene sentido hacer en cada momento.
Esta serie de comportamientos, que son la base de la efectividad personal, están tan interiorizados en las personas realmente efectivas, que resulta imposible «desactivarlos», independientemente de si están en la oficina, en casa o de vacaciones en la playa. Así, para alguien realmente efectivo, es un sinsentido la idea de «olvidarse» de ser efectivo durante un período de tiempo. Es como pedirle que salga a la calle desnudo, o que escriba con la mano contraria. Es, sencillamente, un comportamiento antinatural.
Así que ya lo sabes: si te resulta fácil «olvidarte» de la efectividad personal cuando estás de vacaciones, puede que aún te quede bastante camino por recorrer. ¡Feliz verano!