La primera vez que me solicitaron mi firma, como médico, para que una mujer pudiera abortar corría el año 90, era una adolescente, no tenía pareja estable, su embarazo según me dijo ella y la madre fue fruto de una relación equivocada una noche confusa. Tras dos o tres entrevistas con ella y con sus padres accedí a firmar y la envié a una de las escasas clínicas que por entonces practicaban esta técnica de forma autorizada.
Posteriormente me dijo la joven que ya se habían cumplido los plazos que se contemplaban en aquella ley del aborto (Ley orgánica 9/1985) y el embarazo siguió adelante, todavía cuando me cruzo por la calle con aquel niño que hoy ya es un adulto joven, me acuerdo de la historia.Ocurrieron más situaciones similares y diferentes en el desenlace y llegó la Ley Orgánica 2/2010, yo entonces trabajaba en el pueblo con un compañero que por razones religiosas no firmaba el documento I.V.E. (Interrupción Voluntaria del Embarazo) y sus pacientes me los enviaba a mi para que yo firmara, cuando me di cuenta de la situación y que aquí no había más médicos que pudieran firmar, me inventé una historia y comencé también a derivar a sus pacientes de vuelta y a los míos a un compañero de otro pueblo vecino con el que previamente había conversado del tema y no tenía inconveniente en firmar.En el transcurso de ese tiempo también ocurrió otra historia positiva: María estaba embarazada de gemelos tras varios intentos sin conseguirlo, pero vino a consultarme porque no sabía que hacer, ya que le habían dicho que uno de sus gemelos traía algunos defectos físicos y estaba poniendo en peligro la vida de el otro hermano. Le habían propuesto sacar al que traía los defectos y dejar sólo un feto, con el riesgo de producirse un aborto de este.Le aconsejé que siguiera adelante, que contase con los dos fetos, era una cuestión de probabilidades, ya que los médicos hacemos a veces pronósticos de futuro, pero el futuro no es seguro.A aquel niño con defectos que al final nació, lo tuvieron que operar en varias ocasiones, ha sido difícil superar algunas enfermedades, pero ahora si ves a los hermanos cada vez hay menos diferencias, y cuando sonríen, que lo hacen a menudo son iguales.Yo no estoy a favor, ni en contra de la reforma de la Ley del aborto, eso les corresponde a otros. Pero soy médico, y estoy implicado en lo que hagan los legisladores, porque las mujeres que necesiten abortar, necesitan mi firma y necesitan el consejo de su médico de cabecera y ahí estaré yo, aunque la última palabra siempre la tendrá la mujer embarazada, ... y la Ley que esté vigente en ese momento.
Como médico no suelo dar opiniones públicas sobre situaciones políticas, sociales, religiosas, me limito a contar mis experiencias profesionales. Ello no significa que no tenga mis propias opciones personales, aunque creo que soy capaz de ponerme mi bata de médico y ser sólo eso, médico, por encima de mis tendencias religiosas, políticas, sociales o vitales y respeto todas las elecciones y opiniones que se manifiesten con respeto a uno mismo y a los demás.
Médico Rural