Marcelo Palacios es uno
de los responsables del convenio de Oviedo (Convenio Europeo sobre los Derechos
Humanos y la Biomedicina). En su etapa como diputado socialista fue ponente de
leyes como la del aborto y la de reproducción asistida. Me parece que también
ha participado en el proyecto de ley de muerte digna (es decir, de eutanasia). Pertenece
al Comité de Bioética de España, y desde hace algunos años es el presidente de
la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), con sede en el edificio Gota de
Leche de Gijón. Le traigo a colación, no por sus méritos en haber facilitado la
introducción del aborto en España, o en haber fomentado el desarrollo de la FIV.
Tampoco por defender que la eutanasia sea el mejor medio de defender la
dignidad de la persona, como hace en su libro “
Soy mi dignidad. Consideraciones y propuestas sobre la muerte digna”.
Evidentemente, en todos esos temas nos encontramos en las antípodas del
pensamiento. Pero me parece oportuno reseñarlo para demostrar que en el tema
que nos ocupa, el hecho de que coincidamos plenamente no es sospechoso de
ninguna postura bioética supuestamente conservadora.
Me refiero al libro que acaba de publicar, y del que se ha hecho la
presentación oficial esta semana pasada, sobre bancos de cordón umbilical. En
este libro, el Dr. Palacios habla del “destierro celular” al que se somete a
las células madre de sangre de cordón por una legislación absurda. En efecto,
el
RD
1301/2006 que rige el funcionamiento de los bancos de sangre de cordón en
nuestro país exige que las unidades que se depositen en España, aunque sean
privadas, sean puestas también a disposición universal a través del registro
español de donantes (REDMO). Por esta razón, la inmensa mayoría de las familias
que conservan privadamente el cordón se lo llevan a guardar al extranjero,
contratando el servicio con empresas que actúan de intermediarios entre ellos y
los bancos europeos que son quienes procesan y conservan la sangre del cordón. Tan
solo hay un banco privado que ofrece a las familias la posibilidad de conservar
la sangre de cordón en España. Y con semejantes trabas, son solo 100 las
familias que han decidido dejar las células madre de sus hijos en sus
instalaciones dentro del territorio nacional. Como muy bien dice Marcelo
Palacios, la exigencia de la donación que se impone a aquellos que quieren
conservarlo en nuestro país choca con los principios de autonomía y la libre
decisión de las personas para hacerlo.
El problema, en mi opinión, es que la ley confunde donación y depósito
privado, y se refiere siempre a los bancos privados como “de uso autólogo
eventual”, como si ignorasen que la principal utilidad de la sangre de cordón
en ellos almacenada es precisamente el trasplante entre hermanos compatibles. Pero
como se equipara el depósito privado con la donación se cae en contradicciones
absurdas, que chocan con principios superiores, como la libertad y la
autonomía. La ley obliga de este modo a la solidaridad, lo cual es una flagrante
contradicción. La solidaridad, para ser auténtica, debe ser libre y voluntaria.
Jamás coaccionada. Sin embargo, la ley dice textualmente en su artículo 27.1: “
Las células y tejidos almacenados en los
establecimientos de tejidos estarán a disposición de los centros o unidades de
aplicación de tejidos y células para usos alogénicos en procedimientos
terapéuticos con indicaciones médicas establecidas en receptores adecuados”
Y para que no queden dudas al respecto, en el punto siguiente se indica
que “
la aplicación autóloga quedará
encuadrada en el caso de procedimientos terapéuticos de eficacia demostrada en
indicaciones médicas establecidas” (recuérdese que cuando el RD 1301/2006 dice
aplicación autóloga se refiere a los
bancos privados, aunque vayan a usar después las células madre en un trasplante
alogénico dentro de la familia).
Además, no se puede ser solidario si uno no se es libre y previamente
respetado en los derechos fundamentales que emanan de su dignidad. La constante
es el valor dignidad, del cual emanan la libertad y la autonomía. Como dice
Marcelo Palacios, si te ponen condiciones para ser solidario es que no eres
libre.
Existe, por otro lado, otro caso sangrante por su comparación: El de los 216
centros de reproducción asistida, con sus correspondientes bancos de embriones
que existen en España. Aquí se trata de un material mucho más sensible que las
células madre de la sangre de cordón. Y sin embargo no se obliga a las familias
a almacenarlos fuera de España si quieren mantenerlos para uso privado.
El problema, se dice, es de índole científico: La sangre de cordón no
resulta útil para enfermedades genéticas, porque contiene en sus células el
mismo defecto genético que se pretende corregir. Pero se omite mencionar que sí
puede ser muy útil, y de hecho es la opción preferida, en muchas enfermedades
adquiridas.
El Comité de Bioética de Cataluña publicó en abril de este año
un
documento de consideraciones sobre los bancos de cordón umbilical privados.
Tras denostar la utilidad científica del depósito privado de sangre de cordón,
sorprendentemente el documento del Comité declara que la controversia principal
que plantea la existencia de bancos de cordón privados (“para uso autólogo” lo
denominan también ellos) no es de índole científica, sino ética. Como ellos
mismos lo definen,
“se trata más que nada
de un conflicto entre la propiedad individual y la libertad de disponer de la
misma para uso privado y la solidaridad equitativa ante la enfermedad.”
Entre sus conclusiones, el Comité de Bioética de Cataluña tiene una
sorprendente: Desaconsejan el establecimiento de convenios entre las
instituciones sanitarias y los bancos de sangre de cordón para uso autólogo, de
manera especial entre aquellas maternidades que forman parte de la red de
atención pública. No deja de sorprenderme que aquellos que más presumen de
defensa de las libertades sean precisamente los que más esfuerzos hacen por
limitarla en función de sus particulares prejuicios ideológicos.