“Con lo pesimista que eres ¿cómo puedes hacer vídeos tan buenos?” He querido reproducir textualmente la pregunta que me hizo un tipo entusiasta y romántico de la vida (me cae muy bien, en serio) pero hay muchas más preguntas que me hacen habitualmente que cómo puedo ser psicólogo, que cómo ayudo a personas con depresión…pero es que ser pesimista u optimista es una antesala previa a algo.
Suelo reivindicar la posibilidad de ser pesimista no porque lo sea o porque me parezca mejor, lo hago porque en un mundo en el que te obligan a decir que todo es maravilloso creo que es de justicia poética reconocer que hubo “pesimistas” que hicieron algo en el mundo, que cambiaron la historia. Los charlatanes, feriantes o cantamañanas que hoy dan conferencias por el mundo diciendo que todo saldrá bien si lo deseas muy fuerte no tendrán tanta relevancia para la humanidad como Schopenhauer, Nietzsche o Sartre.
El pensamiento es una sala de espera pero lo que marca el devenir de la vida es la acción. “Me funciona pensar positivo” y está bien que así sea, supongo que muchas personas nos podrían decir que a ellas les funciona poner velas a algún santo, levantarse con el pie derecho o frotar una pata de conejo pero pensar, plantearse las cosas en su perspectiva favorable (optimista) o desfavorable (pesimista) no determina nada.
Ambas posiciones pueden llevarnos a la inacción. El optimista porque crea que ya está todo bien, que caiga en la complacencia y acepte que el mundo es así y que la vida es maravillosa con sus guerras y sus violaciones de derechos humanos. El pesimista porque crea que nada tiene solución, que todo siempre será una mierda y que hagamos lo que hagamos estamos condenados al desastre. La inacción en si misma puede ser preocupante, aunque claro, siendo una elección libre de alguien también le puede “funcionar” para ser feliz.
De todas maneras si se pretende cambiar para mejorar social, económica o personalmente hay que hacer cosas, cosas nuevas. Probar, ensayar, fallar e ir buscando las mejores opciones para mejorar aquello que nos ocupa (si nos pre-ocupa estamos en la misma sala de espera).
Llenar el vaso o bebérselo pero no estar debatiendo sobre si está medio lleno, medio vacío o a tres cuartos.