Tres menores de, tres niñas de tres, año y medio y 27 días de edad fueron halladas en el domicilio solas por los agentes de la autoridad que acudieron por las llamadas de vecinos alertados por los llantos de las niñas. Las niñas pasaron a un centro hospitalario par su atención. La madre no fue localizada hasta varios días después, en un parque de la ciudad.
Tras el correspondiente atestado nuestro estupendo sistema de autoridad puso a la mujer a disposición judicial. El juez que ha decretado su ingreso en prisión y, por los delitos que se le imputan, le esperan de 2 a 4 años de cárcel.
¡Fantástico!!! Vecinos preocupados y solidarios, policías que no se arredran al saltar patios y ventanas, eficaces agentes de la autoridad que tardan seis días en localizar a la madre y diligente magistrado que mete a la madre en prisión.
Menudo desastre!!
No tengo más conocimiento que lo publicado en la prensa y, más concretamente, las crónicas de Javier Cuartas que, desde Oviedo, publica en El Pais (http://politica.elpais.com/politica/2014/12/27/actualidad/1419705263_011878.html) con titulares sobre “…el descenso a los infiernos…”, pero por lo leído y escuchado en noticiarios de radio y televisión, esa viene a ser, más o menos, la historia. Comentando el relato en una de las múltiples reuniones familiares de estos días, todo mi entorno se escandalizó. Valga decir que ese entorno incluye tres generaciones de titulados universitarios, con una amplio predominio de mujeres y habitualmente críticos de casi todo. Una de las más jóvenes apuntó un diagnóstico casi inmediatamente: “Esa mujer tiene baby blues” que, por si hace falta traducirlo, es como popularmente se conoce en Norteamérica a la depresión post-parto. Algún otro, del ámbito sanitario, apuró más con referencias a un ataque de pánico en una mujer afecta de la mencionada depresión post-parto con un substrato de de patología mental de larga duración… Siendo el más mayor busqué explicaciones en el ámbito de las carencias sociales y alguna referencia a las fechas navideñas y el estrés que comportan. Pero en lo que todos estaban de acuerdo es que alguien era culpable de incompetencia y que algún consejero (en este caso consejera) del gobierno del Principado de Asturias debiera responsabilizarse del asunto. O el concejal de Asuntos Sociales.
El sistema les ha fallado a estas pobres niñas. Pero sobre todo a su madre. Que esta madre arrastraba problemas tenía que ser más que evidente. Si, como dice la crónica de Javier Cuartas, tenía dos licenciaturas universitarias y llevaba la vida que llevaba, alguien tenía que haberlo registrado. Si hace 27 días ingresó para parir en un centro sanitario (lo supongo), alguien allí debería haberse percatado de la situación social. Los signos de riesgo estaban escritos por todas partes.
Los servicios sociales no pueden prestarse sólo a demanda. En la historia obstétrica de esa mujer tenía que figurar que había tenido tres embarazos en menos de tres años, cuando ya había llegado a la cuarentena. ¿Nadie, ni obstetra ni comadrona ni enfermera, llamó la atención a los trabajadores sociales?
Que, al final, la solución sea meterla en la cárcel deja por los suelos la escasa credibilidad que me merece la justicia. Aunque parezca ser que lo que se protege es a los menores. Ya han llegado tarde. Muy tarde.
La enfermedad mental materna es una de las principales causas de maltrato infantil y abandono. Pero las enfermedades mentales tienen tratamiento (y diagnóstico y prevención). Y por lo que se puede colegir de los relatos de la prensa bien puede esta madre padecer trastornos del humor y del comportamiento, clínicamente abordables.
Todo un vergonzoso fracaso del que la madre de estas tres niñas no es más que otra víctima.
X. Allué (Editor)