Antes de pintar, pasamos una vela por los relieves dorados, con la intención de que parte de éstos aparezcan cuando lijemos para envejecer ligeramente el trabajo. Queremos agradecer a una de las Julias la mano que nos ha echado en todo el proceso... ¡Son días para trabajar y disfrutar en familia!
Aplicamos el color blanco con cuidado de que se entrara bien por todos los recovecos...
... y lijamos, sin obtener el ansiado dorado que pretendíamos...
No problem! Este tubo de cera dorada, cortesía de nuestra amiga bloguera Anna Llansa, viene al rescate.
Con un paño de algodón lo aplicamos, en pequeñas cantidades, sobre la superficie desgastada...
..., consiguiendo, ya sí, el efecto perseguido desde el principio.
Dejamos la zona central de cada marco pintada sin más, para crear un poco de contraste.
Nos sigue sorprendiendo cómo el color, el blanco en este caso, puede recuperar algo anticuado y casi lúgubre, devolviéndolo a la vida.
Estos dos paisajes, gracias a la luz de su envoltorio, han recuperado brillo y esplendor, y vuelven a ser objeto de deseo decorativo, al menos para nosotras.
Los hemos montado en este rincón del salón para las fotos, pero no será su destino definitivo; probablemente decorarán el pasillo de una de nuestras viviendas, si bien, al carece de luz natural, las imágenes no iban a hacer justicia a la pareja.
Y con esta pequeña transformación nos despedimos por esta semana... Os deseamos mucho ánimo, paciencia y alguna que otra cervecita o copichuela de vino, todo en casa, eso sí, pero perfectas para ese aperitivo que tan bien sienta. ¡Tenemos que mimarnos!
¡FELIZ FIN DE SEMANA!