Paleontología en el Metro de la Ciudad de México

Publicado el 06 febrero 2015 por Omar Rafael Fernandez @mathchaos

Cazadores del Pleistoceno atacando a un mamut de Columbia.
Maqueta del Museo Nacional de Antropología.


El Sistema de Transporte Colectivo de la Ciudad de México ha logrado gestionarse como un gran museo público subterráneo cuya entrada cuesta lo mismo que el boleto de viaje, $5.00 (pesos mexicanos, = 0.34 dólares estadunidenses, =0.06 euros). Es un museo que resume la historia natural de la Cuenca de México, desde las faunas del Pleistoceno que habitaron en la zona lacustre, pasando por las civilizaciones asentadas en la región, la conquista por los españoles y su asentamiento colonial y el desarrollo del México moderno. El metro, como es conocido comúnmente, también expone una gran cantidad de murales y está decorado por múltiples esculturas, distribuidas en sus ahora 195 estaciones.

Gracias a la construcción del Metro pudieron desenterrarse muchos yacimientos arqueológicos de las civilizaciones previamente asentadas en el país, así como un registro fósil de la fauna pleistocénica que habitó la Cuenca de México. El proyecto inició a construirse en el año 1967 como respuesta al gran número de habitantes de la Ciudad de México, que para ese año era de 5 millones quienes sobrecargaban las 7,200 unidades de transporte público.

Metro de la Ciudad de México, tramo Oceanía-Consulado

La historia de la Cuenca

Mapa de la Cuenca de México que muestra la posición de los lagos en el siglo XVI y en el siglo XXI
 (por Sarumo74). Disponible bajo la licencia Dominio Público.

La Cuenca de México es el nombre que recibe de manera general una región que comprende cuatro valles (ver mapa): el Valle de México al sur, el Valle de Cuautitlán al noroeste, el Valle de Apan al noreste y el Valle de Tizayuca al Norte. La Cuenca está rodeada por varios sistemas montañosos de origen volcánico (que forman parte del Eje Neovolcánico Transversal); de oeste a sur y de regreso, los sistemas que rodean la cuenca son la Sierra de Monte Alto, la Sierra de las Cruces, la Sierra del Ajusco, la Sierra del Chichinautzin, la Sierra Nevada, la Sierra de Río Frío, la Sierra de Calpulalpan, la Sierra de Tepozán, la Sierra de Pachuca, la Sierra de Tezontlalpan, la Sierra de Tepotzotlán y la Sierra Monte Bajo. 

Internamente, la Cuenca está dividida en los valles mencionados anteriormente por sistemas montañosos de menor elevación: la Sierra de Guadalupe separa el Valle de México y el Valle de Cuautitlán, la Sierra de Patlachique divide el Valle de Cuautitlán del Valle de Apan, la Sierra Chichicuautla divide el Valle de Apan del Valle de Pachuca, y el Valle de Pachuca del Valle de Cuautitlán se dividen por modestas elevaciones. Actualmente, el ecosistema predominante es el de un bosque de coníferas con un sotobosque (cobertura vegetal a nivel del suelo) de zacate, una especie local de pasto. 

El valle, al estar rodeado de elevaciones, acumula el agua que se escurre desde las cimas hasta las faldas de las montañas durante la época de lluvias, por lo que se trata de una cuenca endorreica ("que fluye hacia dentro") que generó el Lago de Texcoco, el de mayor tamaño situado sobre los valles de México y Cuautitlán, y  cuerpos de agua menores en el Valle de Apan. El Lago se formó durante el Pleistoceno, que durante la temporada de secas disminuía su volumen de agua y generaba cuatro lagos más pequeños. Los pequeños lagos de Xaltocan, Zumpango y Texcoco eran demasiado salobres, mientras que los lagos de Xochimilco y Chalco, al sur, contenían más agua dulce y una mayor diversidad vegetal y animal. La localización de la Cuenca de México en el medio del Eje Neovolcánico Transversal le hizo el punto de encuentro de dos tipos de biotas: una biota que había evolucionado en la región biogeográfica Neártica (Norteamérica) y otra proveniente de la región biogeográfica Neotropical. Unos de los habitantes de la región Neártica que llegaron hasta la cuenca fueron los mamuts y los bisontes.

Los hallazgos paleontológicosDebido a los trabajos que han implicado la remoción de grandes cantidades de sedimentos para las obras de construcción del metro, se han recuperado muchos restos fósiles de la fauna pleistocénica del Lago de Texcoco. Se han encontrado, principalmente, restos de Mammuthus columbii, o mamut de Columbia, la especie de mamut más grande de la que se tiene registro, con un peso de hasta 10 toneladas,  una altura de 4 metros y unos colmillos de hasta 5 metros de largo -en términos simples y llanos, era un "Señor Elefante"-. Debido a que las condiciones de esta región de América del Norte eran muy diferentes de las que habían en las tierras norteñas más lejanas, el cambio climático de finales del Pleistoceno no afectó en la misma medida a esta especie, que logró cruzar la barrera del Eje Neovolcánico y continuar su camino hacia el sur.

El primer hallazgo de mamut ocurrió en 1978, cuando se realizaban las tareas de remoción de sedimento para la construcción de los Talleres de Ticomán (cerca de la estación Indios Verdes, en la línea 3) y en la estación Talismán (de la línea 4, donde puede apreciarse el esqueleto encontrado). Otros hallazgos del género Mammuthus en el metro ocurrieron durante la construcción de: la estación La Raza (1980, línea 5), en la estación Hangares (1981, línea 5), Víveros (1982, línea 3), Pantitlán (1983, línea 1), Tezózomoc (2 ejemplares, 1983, línea 6), San Joaquín (1984, línea 7), Tacubaya (2 ejemplares, 1988, línea 9) y Garibaldi (1995, línea B), todas dentro de la región del Valle de México.

Mamut de Columbia. Charles Knight.


Otros hallazgos que se han extraído de las excavaciones del metro incluyen a los géneros Equus y Bison, provenientes de la región Neártica, vestigios de peces, un camélido, proveniente de la región Neotropical, y huevos y huesos de un género de grulla. Estos hallazgos han permitido reconstruir la fauna pleistocénica de la región. El cambio de un valle sin cuerpos de agua al de una cuenca endorreica ocurrió cuando, a finales del Plioceno, la actividad volcánica generó la Sierra Chichinautzin, impidiendo el drenaje y creando el embalse.


El fin del Pleistoceno y la fundación de una ciudad


En 1968 se encontraron también los primeros restos de presencia humana en la cuenca, un hombre de entre 30 y 40 años de edad, a poco más de 3 metros de profundidad en el lugar que hoy ocupa la estación Balderas, con una edad aproximada de 11,000 años.


Esto permite suponer que la cacería permitía sostener las primeras poblaciones asentadas en la cuenca, pero tras la gran extinción de la Megafauna del finales del Pleistoceno, la presión por depender de las plantas obligaría a las poblaciones humanas nómadas a desarrollar la agricultura. Se estima que entre hace 1,700 y 1,100 años se asentaron las primeras poblaciones grandes en la cuenca, en el noroeste, permitiendo que hacia el 100 a.C. hubiera alrededor de 15,000 habitantes. Un siglo después, la región de Texcoco soportaba ya 3,500 habitantes, quienes empezaban a construir el centro religioso de Teotihuacan, la primera gran ciudad que se construiría en el Valle de México; para el año 100 d.C. la ciudad tendría 30,000 habitantes.


Los materiales con los que se construyeron los grandes edificios de la cuenca, como las pirámides de Teotihuacan, Cuicuilco, Copilco y el Templo Mayor, provenían de los yacimientos de tezontle, basaltos y andesitas; el tezontle es una roca ígnea extrusiva compuesta principalmente por óxido de hierro que se forma cuando la arena y la piedra pómez entran en contacto con magma; el basalto también es una roca ígnea extrusiva que se produce cuando la lava se enfría rápidamente; la andesita es también una roca ígnea extrusiva, con mayor contenido de dióxido de silicio que el basalto, y que es típica de los arcos insulares (el Eje Neovolcánico Transversal comenzó siendo un arco insular).


Estos mismos materiales se encuentran en la Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional y otros edificios que se construyeron al fundar la Ciudad de México una vez conquistada la Tenochtitlán de los mexicas.

La Cuenca vería en los siglos venideros el crecimiento exponencial desde un pequeño núcleo en Teotihuacan hasta la gran metrópolis (*megalópolis) del día de hoy.

El complejo arquitectónico de Teotihuacan fue construido enteramente con materiales de origen volcánico y
algunos sedimentos lacustres (adobe). En la imagen: la Calzada de los Muertos desde la Pirámide de la Luna, con la Pirámide del Sol a la izquierda. Al fondo, la Sierra de Patlachique, que delimita el pequeño valle de Teotihucan (ver mapa de arriba).

Fuentes:
  1. Joaquín Arroyo-Cabrales Joaquín, Polaco Oscar J. y Aguilar-Arellano Felisa (2003) Remains of Mammuthus housed in the collection of the Instituto Nacional de Antropología e Historia. Deinsea. Annual of the Natural History Museum Rotterdam. 9:17-26.
  2. López Luján Leonardo, Torres Jaime y Montúfar Aurora (2003) Tierra, piedra y madera para el Templo Mayor de Tenochtitlán. Arqueología Mexicana 11(64):70-75.
  3. Noreña Casado Francisco y Castañeda Narváez Carlos (1985) Planeación y construcción en líneas de metro. Ingeniería civil (231): 9-64.
Sitio web del Sistema de Transporte Colectivo (Metro).

Nota importante: La imagen de portada la encontré en internet sin que se mencionara su procedencia. No soy dueño de ninguna de las imágenes.