Durante un mes he procurado utilizar el verde esmeralda preferentemente en todas las acuarelas que he ido pintando. Cuando compras alguna caja de acuarelas, el fabricante suele incorporarlo junto a los colores que se consideran más utilizados y necesarios. A veces también se incluye el sap green, un verde más amigable, menos estruendoso y conflictivo.
La verdad es que con esos dos colores puede ser suficiente pues, mediante mezclas y partiendo de ellos, puedes conseguir una gama de verdes con una variedad más que suficiente. El caso es que, sin no te lo propones, los tubos del verde esmeralda pueden ser eternos, porque nunca encuentras un momento adecuado para emplearlo, especialmente solo. Sin embargo, estudiando acuarelas clásicas, resulta que es un pigmento muy utilizado, con unos buenos resultados, y nada hay en ellas de excesivamente chillón y pinturero. Justo al contrario. El secreto, pues, debe de consistir en eso, en las mezclas, en matizar ese pigmento tan intenso y provocativo.
Hace unos años fui reuniendo libros en formato digital acerca de la acuarela, principalmente ingleses. Manuales, tutoriales, historias de la acuarela, descripción de los materiales y técnicas que utilizaban los pintores británicos que hicieron de la acuarela un arte nacional, catálogos de las principales marcas del momento donde mostraban sus productos y sus innovaciones. Muchas de ellas siguen siendo hoy en día las más populares, aunque otras han aparecido. Debates acerca de cuestiones variadas, como la utilización o la proscripción del blanco opaco, del que muchos hicieron un uso frecuente, preocupación acerca del desvanecimiento de no pocos colores por el efecto de la luz, algo que el tiempo ha demostrado cierto. Hoy se han ido sustituyendo muchos de esos pigmentos dudosos, incluso algunos directamente venenosos.
Recupero muchos de esos libros y compro algunos más, éstos recientes y más especializados. Especialmente los de Pastoureau, que ha escrito libros monográficos acerca de la historia de los colores básicos: azul, negro, rojo, verde, amarillo... Analiza tanto el momento y lugar de su aparición como su procedencia, geográfica o física: de origen animal, vegetal o mineral, hasta llegar a la explosión de los pigmentos que la revolución química fue ofreciendo al mercado, desbancando no pocos de los antiguos pigmentos naturales. Es una historia de tintes y e tejidos, más que de cuadros, pues rara vez ha sido el llenar la paleta de los pintores el impulso para ponerse a investigar y a producir de forma industrial. Hoy ocurre lo mismo. Dejando aparte algunos pigmentos clásicos, casi siempre de origen natural, como el lapislázuli, las tierras y pocos más, la industria busca y produce colores para tintar telas, pintar paredes o coches o fabricar plásticos. Si algún pigmento sintético no encuentra demanda en esos sectores, nadie lo fabricaría para los pintores, en mercado para ellos residual.
Ese es el peligro, al menos el mío. Uno se mete a hacer averiguaciones y no termina nunca. Me he visto enredado con la historia de los tejidos y los tintes, de los colores que se usaron desde la antigüedad, incluso desde la prehistoria, de sus características, sus problemas, sus anécdotas y su evolución. Lo que iba a ser una entrada acerca de los verdes, empezando por el verde esmeralda, se ha ido complicando y extendiendo y tengo material para varias entradas, que ya de por sí, o de por mí, van saliendo demasiado largas. De forma que iremos poco a poco intentando estructurar toda esa información e ir, de paso, ilustrando la historia con las acuarelas que voy haciendo para llevar a la práctica lo que voy leyendo, en principio teórico.
Gran parte de lo que conocía, información en gran parte procedente de esos libros sobre acuarelistas británicos del siglo XIX en adelante, ya no es cierto ni útil. En ellos podíamos leer las recomendaciones que advertían de que evitáramos mezclar el verde esmeralda con algunos otros colores, como el rojo. Aunque conserven muchos de los nombres antiguos, su composición ya no es la misma. El verde esmeralda era venenoso, llevaba arsénico. Se usó mucho para los papeles pintados y forrar una habitación con papeles tintados de veneno, llevó a muchos disgustos, intoxicaciones y no pocas muertes, especialmente en ambientes húmedos. Igual ocurrió con el blanco de plomo. No digamos los problemas de los pintores que tenían la costumbre de chupar el pincel para sacarles punta. En inglés se dice "mad as hatter", estar loco como un sombrero. Viene la cosa de las graves intoxicaciones que producían los vapores de los productos químicos que utilizaban para, con calor y presión, dar formas a las telas de los sombreros. A algunos pintores les ocurrió algo parecido con sus colores y muchas historias hay al respecto.
Por lo pronto, en esta entrada introductoria, se muestran algunas de las acuarelas pintadas durante el último mes, como decía intentando usar en ellas el verde esmeralda. Si no me lo propongo, me limito al verde de jadeíta, al perileno y al sap green, que son los que normalmente uso, aparte lógicamente de las mezclas con ellos o entre amarillos y azules. Dejo las explicaciones de las mezclas y las historias de cada pigmento para las entradas siguientes, que mucho estoy tardando en publicar mis averiguaciones y muy larga queda ya esta introducción