Siempre me ha parecido curioso que los escaparates de los establecimientos orientados al consumo tengan más poder de atracción que los de las galerías, donde el arte es literal y, como mucho, recurre a alguna obra para llamar la atención. Afortunadamente, las excepciones existen, y en Bad Ems, una pequeña localidad alemana, los transeúntes toparon con una poco grata sorpresa al pasar por delante de una sala de arte y ver el hiperrealista cadáver del disidente Ai Weiwei expuesto en la entrada. Naturalmente, estamos hablando de una escultura, una firmada por un compatriota de Weiwei, He Xiangyu, un homenaje que ha titulado “La muerte de Marat” en referencia a la famosa pintura neoclásica del revolucionario Jean-Paul Marat, inmortalizado por Jacques-Louis David.
“The death of Marat”. Foto: Thomas Frey – AFP/Getty Images
La credibilidad de la pieza es total. El plástico y la fibra de vidrio en la que ha sido esculpida se suma al auténtico cabello humano de sus acabados. Y aunque de ser otro el inmortalizado la noticia no habría pasado de la anécdota, la detención de Ai Weiwei a comienzos de año la ha puesto a la cabeza de una larga serie de obras que usan su imagen para lanzar veladas críticas al gobierno chino, que obtuvo un éxito parcial de su reciente extorsión al artista.
Y cuanto más éxito obtiene el represor, más heroica se vuelve su víctima, pues nada ha detenido la creatividad de Weiwei, que el pasado 26 de octubre presentaba en Taiwan la exposición “Ai Weiwei, Ausente”, una instalación cuyo título habla por sí solo y que, entre sus obras, se encuentran un espectáculo de 1.000 bicicletas apiladas en distintos niveles, una personal percepción del rápido ritmo al que cambia la sociedad china.