Utilizando un método novedoso, los científicos del Hospital
de la Universidad de Jena, la Universidad de Bonn y el Centro de Cáncer
Memorial Sloan Kettering en Nueva York, lograron visualizar que después de un
derrame cerebral, numerosos macrófagos que habían emigrado de la sangre
comienzan a atacar el tejido cerebral sano y adyacente. Contrariamente a las
suposiciones anteriores, los extraños se retiraron completamente del tejido
cerebral sano en los días siguientes y luego solo se encontraron en el tejido
cerebral muerto. En general, los investigadores ven dos hitos logrados: su
cambio genético es una herramienta universal que permite a los científicos
investigar mejor la función de las células inmunes que se originan en la médula
ósea. Además, muestran que el receptor Cxcr4 es parte de una respuesta inmune
con la que los macrófagos procedentes de la médula ósea protegen el cerebro
dañado. Cuanto mejor comprendamos la activación espacial y temporal de la
molécula Cxcr4 durante un accidente cerebrovascular, mejor podremos tratar a
los pacientes con fármacos inhibidores de Cxcr4 en el futuro. Los resultados
han sido publicados en la revista Nature Neuroscience.