En su primer año de vida, enseñé a mis hijos a comer. Les ponía la cuchara en su manita y les ayudaba a tomarse el puré o la compota de fruta. Se ponían perdidos, eso sí. Pero a base de intentarlo lo consiguieron. En su segundo año, les enseñé a no hacerse pis y caca encima y a pedirlo. Aún así, hubo veces en las que llegaron a casa mojados u olorosos, pero, a pesar de los fallos, aprendieron a contener los esfínteres, aunque, a veces, pasaran apuros.Cuando tenían 3 años, les enseñé a vestirse y a lavarse los dientes. Y fomenté su independencia. Si yo estaba siempre encima de ellos, haciéndolo todo a mi manera, jamás tomarían decisiones propias. A los 4 años, les enseñé a ducharse solos. Y aunque tuviera un ojo siempre sobre ellos, por si acaso, me daba cuenta de que mi intromisión en su papel de personita mayor les molestaba. Querían hacerlo todo solos.
¿Por qué de repente me parece que la residencia de Anestesiología se parece increíblemente a la crianza de mis hijos?