Parlamentemos: entre el rigorismo cientificista y el credulismo

Por Jagonzalez

Durante los últimos meses hemos estado estudiando un poco la historia de una disciplina que consideramos muy cercana a la nuestra, la Psicología. Su actual cerebrocentrismo, el estudio de la conducta, su vinculación con el comportamiento ante lo cotidiano, ante la enfermedad, el estudio de las relaciones humanas, la hacen muy interesante para un fisioterapeuta.

Resulta inevitable establecer nexos entre muchos de los problemas, cuestiones, que circundan el devenir del ejercicio de la Fisioterapia y los asuntos estudiados por la Psicología. También pensar que tiene poco más de un siglo de historia como disciplina reconocible, independiente, en el mundo académico. La Fisioterapia, desde ese criterio, es aún más inexperta. Su identificación como profesión difiere de unos países a otros, en España tiene apenas 60 años, y tan sólo treinta y tantos como disciplina que se estudia en la universidad. Raposo Vidal et al (1) hacen un recorrido por esa historia en 2001 y citan al Boletín Oficial del Estado cuando anuncia que “la experiencia y madurez alcanzada por estas enseñanzas aconsejan su incorporación a la universidad, para ser impartidas en escuelas universitarias”.

Pero no es la historia lo que queremos acometer hoy, sino la reflexión  a raíz de la lectura de  unas líneas sobre la Psicología que bien se pueden extrapolar a la Fisioterapia. Nosotros nos hemos posicionado en relación con la práctica basada en pruebas o basada en “evidencias”. Leímos en su momento partes el libro de Sackett, Medicina Basada en la Evidencia, y lo tratamos de ajustar a nuestro trabajo. Probablemente la opinión que mantenemos haya evolucionado desde entonces. Quizá nos dejamos cautivar en un principio por el parecer de que toda intervención debía basarse en lo probado y mostrado en publicaciones periódicas actualizadas. No lo recordamos, pero creemos que, como muchos, obviamos que los creadores de este paradigma apuntaban que la experiencia del profesional y las preferencias del paciente jugaban también un papel protagónico, sin menoscabo de las “evidencias” aportadas por la literatura científica.

Se escucha en los mentideros fisioterápicos, reales y virtuales, mucha referencia a los estudios, a la sacrosanta evidencia. Es necesario, imprescindible, evidente que fundemos nuestros conocimientos sobre la base de lo estudiado sistemáticamente, con datos, fruto del trabajo experimental o de la observación, con metodología cuantitativa y cualitativa. No ponemos en duda eso. Sin embargo, debemos ser modestos. La investigación no puede recoger la complejidad del contexto en el que se desarrolla una intervención como la fisioterapia. Hay variables difícilmente cuantificables y, a veces, eluden la misma observación. Conceptos como “ojo clínico”, intuición, conocimiento procedimental,  creencias, prejuicios, expectativas, rodean el tratamiento, influyen en el resultado.

Por ello, reproducimos las líneas que nos han conducido hasta esta entrada en relación con el rigor metodológico planteado por muchos (2):  ”Es importante subrayar que el método experimental no es el único procedimiento que la ciencia ha utilizado y aún utiliza para construir conocimiento. Pensemos en la predicciones de la física elaboradas desde modelos matemáticos, o los hallazgos de la etología o la antropología a través de métodos observacionales en situación natural”. Como  en la fisioterapia “la obra de la mayoría de los personajes relevantes para la historia de la psicología tampoco resistiría un juicio científico riguroso; máxime si este se elabora desde las exigencias del actual protocolo experimental”.

Entonces, seamos prudentes y  humildes, no seamos más papistas que el papa. La ciencia es el paraguas que debe amparar nuestras actuaciones diagnósticas y terapéuticas, pero no ha de convertirse en una trinchera desde la que rechazar todo aquello que no se apoye en procedimientos de prueba de difícil aplicación a una disciplina influenciada por variables esquivas al control experimental.

Dicho esto, no debemos oscilar al otro lado, a la aceptación desprovista de escepticismo sano, a la ingenua credulidad de lo que muchos cuentan. Critican el cientificismo hiperbólico a la par que se apoyan en artículos “científicos” de dudosa resistencia a una lectura critica para la que la mayoría de los fisioterapeutas no estamos entrenados. Se lee y escucha aquello de “hay estudios que…” para justificar teorías con cuestionable plausibilidad biológica,  difícil contrastación o que directamente no dicen lo que se pretende que dicen. Por eso es imprescindible una cultura científica que, ante todo, lo que debe hacer, a nuestro entender, es transmitir la necesidad de una actitud crítica, la necesidad del cuestionamiento constante y la aceptación de dosis variables de incertidumbre en lo que hacemos y decimos.

No nos sonrojemos por reconocer nuestras limitaciones, la incierta eficacia de muchas intervenciones, el uso de la experiencia con su innegable pero restringido valor. Esto es común a disciplinas tan soberanas como la Medicina. Pero al reconocer todo eso aceptamos que aspiramos a acercarnos al conocimiento, a hacer replicables, reproducibles, extrapolables nuestros métodos, prácticas, técnicas; a aceptar la crítica fundada y constructiva; a ceder ante explicaciones rivales que cuestionen nuestras creencias y prejuicios. Así se construye el conocimiento, con errores y sus enmiendas, con nuevas ideas,  con investigación desde el estudio de un caso hasta la estricta revisión sistemática;  a veces, con la intervención de mentes privilegiadas pero también con aportaciones  menudas desde la cotidianidad clínica.

En fin, seamos rigurosos, tengamos actitud y aptitud científicas, no nos creamos las cosas que una supuesta autoridad o experiencia avala, dudemos. A la par, seamos receptivos a la experiencia reflexiva, que acepta la incertidumbre con naturalidad, atendamos a las expectativas y preferencias de los usuarios. Todo eso es hacer fisioterapia, todo eso es hacer ciencia.

Referencias:

1. Raposo Vidal I et al La Fisioterapia en España durante los siglos XIX y XX hasta la integración en escuelas universitarias de Fisioterapia En Fisioterapia 23 (4) 2001, 204-17. Acceso en https://www.um.es/historiaciencia/HistoriadelaFisioterapiaenEspanasiglosXIXyXX.pdf

2. Lafuente E., J.C. Loredo, J. Castro y N. Pizarroso. Historia de la Psicología (Madrid: UNED), 2017.