La luna de Nisán, la primera después del equinoccio nos marca ese comienzo. Las diferentes culturas le han ido dando significados en el ámbito de la trascendencia. Desde el inicio de una aventura para huir del mal de la esclavitud (פסח (pésaj)) , hasta la celebración de la resurrección anual de la vida protagonizada por un huevo, una apuesta de nueva vida.
Las celebraciones litúrgicas han diseñado nuevas formas de celebración y manifestaciones como las procesiones, las ceremonias religiosas y, también las notables aportaciones gastronómicas, desde modestas sopas de ajo (madrugada del Viernes santo en Zamora), hasta suculentos corderos (korban pesakh) y ornamentados pasteles (“monas” en Cataluña) para glorificar tradiciones y reanudar lazos familiares.
La realidad de la vida occidental ha reducido los festejos a unos días de asueto y ocio, aprovechados por quienes se lo pueden permitir para viajar, a veces con más prisas y precipitación que las de los que huyeron de Egipto.
Los niños tienen, ¡cómo no! su protagonismo. Es una buena oportunidad para trasmitirles el conocimiento y el respeto a las tradiciones o, también, para disfrutar conjuntamente del ocio y los viajes. Por eso hay que reservarles su espacio y su tiempo de forma activa, para que lo disfruten y se lo hagan suyo, ayudándoles a compaginar sus preferencias con las del grupo social o familiar.
Tiempo de dar un paso adelante: passio.
X. Allué (Editor)