"Actuó" primero el estudio de arquitectura y diseño Despacho Coupé, que nos mostró sus obras. Constaté una vez más que la arquitectura se hace gratis. Es decir: que el trabajo que se pone en ello, las horas y horas que se emplean en perfeccionar el meticuloso diseño, no tienen nada que ver con la envergadura del encargo ni con los honorarios que se perciben por ello. Uno se envicia a trabajar y no repara en nada más.
Después me tocó a mí, y conté casi exactamente lo que ya dije el otro día, mostrando la foto de los tres lectores en medio del desastre y hablando de la pasión por la arquitectura. Aunque dije lo mismo que ya había escrito en el blog no me sentí repetitivo ni cansino, sino que disfruté de la sensación de hablar con pasión y de la de ser escuchado también con pasión. Sentí que había comunicación, y que un tema en principio tan triste (qué estamos haciendo en medio de este páramo) servía para proclamar nuestra emoción. Me sentí muy bien, y, sin ánimo de presumir, el público también se sintió muy a gusto conmigo. (Lo veía en sus caras, y luego me lo dijeron). No lo digo por presumir (bueno, quizá, tal vez un poquitín), sino porque siento que estamos muy unidos en esto, y que nos entendemos muy bien.
Luego habló Emilio Sánchez Bonilla, que mostró algunas de sus obras y proyectos y también habló del ser arquitecto y del oficio de la arquitectura.
Los últimos en hablar fueron dos miembros de n'UNDO, que propusieron otra manera de hacer arquitectura, a base de reutilizar lo ya construido, y de minimizar o incluso desmantelar lo construido inútil, excesivo o mal planteado. El problema no es si tal edificio es bonito, sino si es necesario. Ni que decir tiene que con la que tenemos encima su planteamiento provocativo y lúcido nos interesó a todos.
Al terminar las exposiciones de los ponentes surgió el debate entre todos los asistentes, y ocurrió de una manera muy natural y agradable. A la mesa que preside la sala habíamos ido saliendo por turno, y al terminar nos habíamos vuelto a sentar entre los asistentes, de manera que al comenzar el debate no había nadie "presidiendo" la reunión, sino que hablábamos de butaca en butaca, girándonos si hacía falta para vernos las caras. Esto parecerá una tontería, pero fue todo muy espontáneo y agradable. Los más cañeros, naturalmente, eran los n'UNDO, pero tampoco acapararon el protagonismo, y estuvo muy bien que dialogáramos totalmente desinhibidos sobre la arquitectura con puntos de vista muy diferentes, pero que sintonizaban.
Lo que decía el otro día: Ahora que no tenemos arquitectura que llevarnos a la boca, llenémonos la boca con ella.
Va a haber más charlas, más citas, más reuniones. Me preguntaron si me apetecería colaborar. Eso ni se pregunta: Yo me apunto a un bombardeo.