Paul Klee bajo la luz

Por Lparmino @lparmino

Paul Klee como soldado en 1916
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Klee es uno de los grandes artistas del siglo XX que mayores complejidades puede esconder. El propio Calvo Serraller, en una crítica a la exposición antológica que celebró el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) en el año 1998, señalaba dos de las principales características que definían la producción del pintor suizo: primero, la gran intensidad de su obra; pero ante todo, su capacidad crítica y autorreflexiva que le llevó a plantearse hasta el más mínimo detalle no sólo de su propia carrera sino de todo el devenir del mundo artístico que tuvo en suerte vivir. Precisamente, sin embargo, a pesar de todo ese enorme corpus teórico que el propio artista dejó plasmado en miles y miles de páginas y anotaciones, la mayoría de críticos e historiadores son incapaces de definir a un Klee demasiado esquivo como para ser encuadrado en alguna de las corrientes que multiplicaron y complicaron el panorama creativo de la primera mitad del siglo XX.
 

Vista de Saint Germain, 1914, Paul Klee
Columbus Museum of Art (Ohio) - Fuente

Es opinión generalizada considerar a Paul Klee (1879 - 1940) como uno de los grandes del arte contemporáneo. Su vida y su obra refleja la preocupación constante, la reflexión profunda y meditada de un teórico que plasmó en sus lienzos, en sus pequeños dibujos, en sus grabados, todo un proceso empírico fuertemente intelectualizado. Desde sus primeras obras de sus años de aprendizaje a la explosión exultante del color como materia pictórica fundamental, la carrera de Klee se encierra en sus pensamientos y aprendizajes, en cada una de sus enseñanzas y en todas sus reflexiones.
Si Suiza le vio nacer, el país helvético le vería morir. Sin embargo, durante la Gran Guerra (1914 – 1918) sirvió como soldado en los ejércitos imperiales alemanes que serían derrotados y humillados en el Tratado de Versalles (1919). Posteriormente, se sumergiría activamente en la vida cultural germánica, participando de los diversos experimentos y movimientos artísticos que iban surgiendo en el país vencido. Desde el expresionismo del Jinete Azul al surrealismo, desde la abstracción hasta la figuración… Por mucho que se empeñe la crítica, Klee participó en todos los movimientos de postguerra, pero nunca perteneció decididamente a ninguno. Prefirió ofrecer su pequeño grano de arena pero sin participar de forma comprometida. Quizás su proyecto más apasionante habría que relacionarlo con su papel docente en la Bauhaus (1921 – 1931), posición intelectual que le permitiría ahondar y filosofar en torno a cuestiones fundamentales de la estética y del arte: la línea, el color, la luz, el dibujo y, sobre todo, la forma, comprendiendo que en esta última lo esencial era el proceso para llegar a ella.

Polifonía 2, 1932, Paul Klee
Kunstmuseum Basel - Fuente

Durante sus años de aprendizaje, Klee descubre la perfecta técnica del dibujo. Más tarde, en 1914, durante un viaje a Túnez, descubre el color. A partir de entonces se inicia un proceso explosivo en el que el color va adquiriendo cada vez más protagonismo hasta convertirse en la esencia misma de su obra. Es entonces cuando, siguiendo de nuevo a Calvo Serraller, se desarrolla el Klee más genuino, que camina hacia la abstracción pero sin menospreciar los elementos figurativos.
Javier Maderuelo insiste en las dificultades que entraña la obra de Klee. En parte, debido al profundo individualismo de un artista que nunca se adscribió de forma decidida a ningún movimiento ni corriente estética. En el periodo de entreguerras, en la Alemania de la derrota que se encaminaba inexorable hacia la barbarie del fascismo, los ismos hicieron acto de presencia copando el panorama cultural más contemporáneo. En medio de esa marejada de movimientos, tendencias y escuelas, en medio de la experimentación estética imparable e infrenable, Klee capeaba temporales y tormentas mediante el profundo pensamiento auto – crítico en torno a sus propias obras. Sin embargo, el giro de los acontecimientos, el propio devenir de una Alemania deseosa de venganza y sujeta a la sinrazón de la barbarie nazi, no supo ni quiso comprender el proceso creativo de gran parte de los artistas del país. El propio Klee sufrió el acoso nazi y su arte fue considerado como degenerado por lo que en 1933 tuvo que refugiarse en Suiza, país donde moriría en 1940.
Paul Klee es uno de esos creadores tocado con la varita del favor de la crítica. Pero más inusual aún es que esa predilección por el suizo se haya extendido también a España. La Fundación Juan March presentará en marzo la exposición temporal Paul Klee. Maestro de la Bauhaus (del 22 de marzo al 30 de junio de 2013). La muestra se enmarca dentro del ambicioso proyecto que incluye la edición crítica de su “legado pedagógico”: cerca de casi cuatro mil páginas manuscritas con notas para las clases que impartió en la Bauhaus desde 1921 hasta 1931.
Luis Pérez Armiño